29.3.11

Un alto en el camino

El Diario Secreto de Una MeeticWoman ha llegado a su fin. Atrás quedan los chats, las citas a ciegas, los correos.  Y aquí, resumidos, podeis encontrar los paisajes por los que transcurrieron.  

No digo adios, solo digo "hasta luego". Seguro que nos encontramos en el camino.  

Y como dijo el poeta: "Viajero que vas a Itaca pide que tu camino sea largo".

El caso es andar... ¡Buen viaje! 




Ítaca

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Posidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.
Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Posidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.
Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.
Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.
Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ellas, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.

15.3.11

Frágil

Por su aspecto y su intensidad, olvidaron ponerle el letrero que hiciera que la trataran con cuidado, que la tocaran con suavidad, que la mimaran, que la respetaran...Tampoco le enseñaron a hacerlo por sí misma. Era soló una pieza más de un poderoso engranaje ¿cómo pensar que llevaría consigo tanta fragilidad?

Había aprendido a sobrevivir con casi nada. Casi nada del cariño, casi nada del cuidado. A luchar contra viento y marea, a sudar bajo el sol y temblar bajo la luna, a transitar por la vida en solitario. Y acompañada. 

Conocía el dolor que supone que te arranquen el alma de cuajo. Sin anestesia. El dolor de haber cruzado una frontera que divide a la vida en un antes y un después. Y a pesar de eso, se mantenía en pie, con esa contradicción que la hacía ser a la vez  frágil e intensa. Como una amapola en mayo.

Estaba contenta. Quizás por primera vez, saberse así, no le producía daño; estaba aprendiendo a mover su cuerpo al compás del viento.

10.3.11

Diálogo de sordos

Había oscurecido antes de lo esperado. Todavía no tenía ganas de cenar, pero como decía su abuelo, “la noche obliga” y era el momento de acudir a la mesa. Se sentaron. Ana tomó una cuchara de servir y colocó una ración de verduras sobre el plato de Manuel. Luego, hizo lo mismo con su plato.


- Me he encontrado con María – le dijo mientras ponía algo más de pimienta sobre sus verduras- Me ha dicho que me encontraba desmejorada.

- La que te ha salido desmejorada es esta verdura. Me gusta más cuándo le pones tomate.

- Le he dicho que tenía un mal día, pero que todo iba bien.

- Mira que te lo tengo dicho: “ponle tomate”, y tú, ¡dale que te pego!, siempre la cocinas con ajo. A ver ahora cómo hago yo para no soñar con ajos.

- Claro que ella no se lo ha creído, ¡bonita es! Pero se ha hecho la sueca y me ha empezado a contar lo bien que está su hija, el piso que se ha comprado, los planes que tiene con su pareja... La verdad es que yo sólo quería desaparecer... Lo he pasado fatal, y eso que han sido solo unos segundos.

- ¿Qué dices que hay de segundo?

La gran sordera del universo acaso sea que nos gusta demasiado escucharnos a nosotros mismos. ¿O será que nada queremos saber de lo que nos cuenta el otro?

3.3.11

Deudas

Cuando me comunicaron que quedaban apenas unos meses para poder despedirme de ella, advirtiéndome de su ignorancia sobre el cercano final, decidí encontrar una excusa para viajar.

Debía ser lo suficientemente convincente para que el hecho de haber recorrido 1000 km para verla, no la llevara a sospechar el verdadero motivo de mi presencia: darle un abrazo de despedida.

En ningún momento sospeché de la importancia de aquel viaje; el sentido inconsciente de aquella visita.

La hermana menor de mi madre, de la que siempre había hablado ella con admiración y una pequeña dosis de envidia soterrada, llevaba una bata de hilo estampada con pequeñas flores de colores suaves. Había calma en aquel rostro demacrado y pálido. Su sonrisa, cálida y abierta, me acarició.

Horas antes, al partir hacia el aeropuerto, me había asegurado de coger varios ejemplares de un pequeño libro que contenía alguno de mis relatos. Sería un bonito regalo para mi madre y quizás para mis hermanos. El avión me había dejado en la ciudad en que se encontraba mi tía -al abrigo de los cuidados de su hija- así que todavía no me había desprendido de ningún ejemplar.

En el tiempo que pasamos juntas, a la espera del tren que me llevara  a mi destino, paseamos, charlamos, reímos y lloramos. También estuvimos en silencio. Y en alguno de aquellos silencios calmos, pensé en lo extraño que resultaba que mi tía, que siempre aprovechaba la ocasión para recordarme una antigua deuda pendiente, no lo hubiera hecho todavía.

Como si nuestros pensamientos se cruzaran por un momento, fundiéndose en uno, me miró y me dijo: "Todavía no me has pagado el cristal". Me emocioné.


Por un instante, breve, como son los instantes, pero intenso, como un segundo cuando parece eterno, mi mente quedó en blanco. Sin reaccionar. Inmediatamente después, surgiendo de la nada, encontré una respuesta clara.

Me levanté, acerqué una de mis maletas y volviendo a sentarme a su lado le dije: Tienes razón, todavía no te he pagado el cristal. Te lo voy a pagar ahora.  

Sorprendidas las dos por mi respuesta y sin saber yo lo que iba a decir a continuación, abrí la maleta y saqué de ella el pequeño libro en el que, por una azarosa coincidencia, un compilador de Almería había incluido alguno de mis relatos, y otra, hacía que ahora yo, lo llevara conmigo. Encontré lo que buscaba en la página 78 y leí:

"Si es chata no puede ser guapa, había dicho la abuela,, ciega ya, quizás de tanto mirar, al oír la descripción de la recién nacida. Era una tarde fría de enero. La nieve entraba en la habitación de la vieja casa a través del cristal roto por la cigüeña al entrar.
 
Era mi pequeña deuda pendiente: “Todavía no me has pagado el cristal” me recordaba mi tía en las raras ocasiones en que la memoria pedía paso al olvido. Así empezó mi vida. Al nacer, ya debía.
Tras un corto silencio, acompañado por su emocionada sonrisa, le dije:  "he tardado en pagarte porque no sabía cómo hacerlo, pero de pronto he pensado que una deuda de palabras, quizás solo pueda pagarse con palabras" Y dándole un beso, le entregué el libro.

Ella, me dió un abrazo.

2.3.11

Libertad



"Hay quienes no pueden aflojar sus propias cadenas y sin embargo pueden liberar a sus amigos" F. Nietzsche. "Así habló Zaratustra


"¿Qué hago aquí? ¿Qué diablos hago aquí?" 

Estas palabras, pronunciadas ahora por una voz masculina en un escenario diferente, condujeron a Marcela a momentos pasados, cuando con la mirada clavada en la pantalla y  los dedos presos en el teclado, encerrada, sin salir, sin comer, casi sin dormir, a punto de entrar en estado hipnótico, pero  todavía consciente, Marcela se preguntaba ¿qué hago aquí?  

Se lo había preguntado muchas veces, incluso había escrito sobre ello. ¿Qué extraña razón la tenía frente a un ordenador, atrapada? y siempre recordaba aquel tema de Burning que tantas veces bailó alocada. ¿Qué hacia una mujer como ella en un sitio como ese? 

La pregunta no le servía para modificar su actitud. Seguía. Allí seguía, como tanta gente, enganchada a una máquina, a una quimera. Aún a sabiendas de que no funcionaba.

La atracción que el ordenador ejercía sobre ella era muy fuerte. Y no sabía bien si lo que la tenía enganchada era la posibilidad de encontrar aquello que andaba buscando, (¿qué estaba buscando?) o simplemente la costumbre de llegar, encender, sentarse y esperar. Seguramente esta razón, menos poética, era sin embargo más verdadera, porque somos animales de costumbres -se decía- y una vez que cualquier acción se ha transformado en hábito y se ha instalado en tu vida, es luego muy difícil desprenderse de ella.

Dicen que son necesarias sólo 21 repeticiones para transformar cualquier conducta en un hábito. Sí. Llegar, encender, sentarse y esperar, se había convertido en un hábito para ella. Un hábito que empezaba a no gustarle. Como cuando se dio cuenta de que no le gustaba fumar.

Marcela siempre acababa creándose dependencias. ¡No tenía fuerza de voluntad!  La habían educado en esa creencia, en la creencia de que la voluntad tenía fuerza y era cuestión de cogerla por los cuernos, como a los toros, e imponerse a ella.  ¡Adueñarse por fin de su voluntad y guardar en el trastero aquel pc, eso era lo que tenía que hacer!

No quería. En realidad, no quería. No quería ponerse a pensar, moverse,  leer, estudiar, limpiar, comprar, pasear... hacer cualquier otra cosa. Era mejor dejarse llevar por la inercia. La embargaba una sensación muy potente, y equivocada, de qué sin ese ritual diario al llegar a casa, la vida no era nada. El ordenador le servía para llenar su vacío de nada. Y nada quería hacer que no estuviera vinculado a la máquina. Aquella endiablada máquina.

Ahora, mucho tiempo después, esas preguntas, procedentes de la mesa de al lado, que la habían conducido al pasado, se transformaron en otra pregunta: ¿Quien dijo que cualquier tiempo pasado fue mejor?

Dio un último sorbo a su té, y dejando unas monedas sobre la mesa, salió de la cafetería sonriendo.

27.2.11

Miradas

¿Quién no ha percibido la sutil o aparente alegría que siente quien es mirado, observado, tenido en cuenta?

El entusiasmo del niño que muestra sus progresos y descubrimientos; la vanidad del joven paseando su nueva imagen; el estremecimiento del actor  ante la expectación y el aplauso del público;  la satisfacción del profesor que se siente escuchado por sus alumnos; la agradecida mirada que el paciente ofrece al médico que escruta minuciosamente su vida entera en busca de algún significado para sus síntomas...

Acaso "el dolor verdadero de la vejez es la ausencia de examen, el horror de vivir sin ser observados". Así lo narra maravillosamente Irvin D. Yalom en un libro que os recomiendo y que a mí, me han regalado: "El día que Nietzsche Lloró"

26.2.11

¡Ay!

"Debes estar preparado para arder en tu propio fuego: ¿cómo podrías renacer sin haberte convertido en cenizas?"
Fiedrich Nietzsche,  Así habló Zaratustra

¡Ay! Se podrá decir de otras formas, pero a mí, ahora... ésta, me parece la mejor.

20.2.11

Esperanza


Ella se descubrió ante su reiterada sinceridad y no pudo por más que decirle: GRACIAS.  Era un hombre inusual. Quizás era eso lo que finalmente había hecho que sus naves se dirigieran hacia un destino inevitable y estuviera su corazón ya,  a merced de sus deseos. Aunque no lo entendiera.

Le emocionaba su mirada sobre el mundo y el modo de  expresarlo. Le gustaba la poesía que llevaban sus palabras y el efecto que producían en ella, la emoción que le transmitían. Cuando estaba con él volvía a sentirse pequeña, insignificante, vulnerable, y  deseaba intensamente que sus brazos, cuya fuerza no conocía, la acogieran en un interminable abrazo, y respirar su aliento.  Aunque seguía sin entenderlo. 

Sin embargo, al mirarlo, no podía evitar sentir una especie de adiós anticipado que le decía entre líneas: “chica, no nos compliquemos.  Vamos a dejarlo”   Y al mirarlo,  sin embargo, leía también su deseo, ese deseo de olvidarse del mundo y perderse en ella. Eso la confundía y nublaba su entendimiento.

En esos momentos, deseaba perder toda esperanza, (y entregarse a la posibilidad de que surgiera algo inesperado), pero ese elevado estado mental no era capaz de anidar en su ilusionado pensamiento. Y volvía a recrearse, ensimismada, en el placer de tenerlo al lado.

Le gustaba escuchar de sus labios historias vividas o soñadas y contarle ella las suyas. Le gustaba oír su voz, que conservaba la armonía de sus palabras escritas y  observar sus movimientos al hablar.

Y le gustaba incluso el pudor que sentía ante su mirada, porque la verdad, la puñetera verdad, era que saber de él, de sus realidades y sus fantasías, tenerlo tan cerca, mirar sus ojos y dejarse deslumbrar por el brillo que los animaba, le hacía desear intensamente un desayuno con él -su antes y su después- sumergirse en una "inquieta marea de caricias, gemidos y fluidos" y comprobar juntos que su cuerpo podía ser una cálida morada.





13.2.11

Pandemica y Celeste



Para no perder la costumbre de vivir las fechas del calendario valga este pequeño homenaje al amor (a los enamorados  y a todos aquellos que alguna vez han amado) en boca de uno de los poetas que tantas veces lo han cantado.  Este poema, me parece especialmente hermoso. 



Pandemica y Celeste
de Jaime Gil de Biedma

Imagínate ahora que tú y yo
muy tarde ya en la noche
hablemos hombre a hombre, finalmente.
Imagínatelo,
en una de esas noches memorables
de rara comunión, con la botella
medio vacía, los ceniceros sucios,
y después de agotado el tema de la vida.
Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón infiel,
desnudo de cintura para abajo,
hipócrita lector -mon semblable,-mon frère!
            
Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo
quien me tira del cuerpo a otros cuerpos
a ser posiblemente jóvenes:
yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir al lado
y que alegre mi cama al despertarse,
cercano como un pájaro.
¡Si yo no puedo desnudarme nunca,
si jamás he podido entrar en unos brazos
sin sentir -aunque sea nada más que un momento-
igual deslumbramiento que a los veinte años !
            
Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
-con cuatrocientos cuerpos diferentes-
haber hecho el amor. Que sus misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.
            
Y por eso me alegro de haberme revolcado
sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,
mientras buscaba ese tendón del hombro.

Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones...
Aquella carretera de montaña
y los bien empleados abrazos furtivos
y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo,
pegados a la tapia, cegados por las luces.
O aquel atardecer cerca del río
desnudos y riéndonos, de yedra coronados.
O aquel portal en Roma -en vía del Balbuino.
Y recuerdos de caras y ciudades
apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,
de escaleras sin luz, de camarotes,
de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,
y de infinitas casetas de baños,
de fosos de un castillo.
Recuerdos de vosotras, sobre todo,
oh noches en hoteles de una noche,
definitivas noches en pensiones sórdidas,
en cuartos recién fríos,
noches que devolvéis a vuestros huéspedes
un olvidado sabor a sí mismos!
La historia en cuerpo y alma, como una imagen rota,
de la langueur goûtée à ce mal d'être deux.
Sin despreciar
-alegres como fiesta entre semana-
las experiencias de promiscuidad.
            
Aunque sepa que nada me valdrían
trabajos de amor disperso
si no existiese el verdadero amor.
Mi amor,
íntegra imagen de mi vida,
sol de las noches mismas que le robo.

Su juventud, la mía,
-música de mi fondo-
sonríe aún en la imprecisa gracia
de cada cuerpo joven,
en cada encuentro anónimo,
iluminándolo. Dándole un alma.
Y no hay muslos hermosos
que no me hagan pensar en sus hermosos muslos
cuando nos conocimos, antes de ir a la cama.
            
Ni pasión de una noche de dormida
que pueda compararla
con la pasión que da el conocimiento,
los años de experiencia
de nuestro amor.
    

Porque en amor también
es importante el tiempo,
y dulce, de algún modo,
verificar con mano melancólica
su perceptible paso por un cuerpo
-mientras que basta un gesto familiar
en los labios,
o la ligera palpitación de un miembro,
para hacerme sentir la maravilla
de aquella gracia antigua,
fugaz como un reflejo.
            
Sobre su piel borrosa,
cuando pasen más años y al final estemos,
quiero aplastar los labios invocando
la imagen de su cuerpo
y de todos los cuerpos que una vez amé
aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.
Para pedir la fuerza de poder vivir
sin belleza, sin fuerza y sin deseo,
mientras seguimos juntos
hasta morir en paz, los dos,
como dicen que mueren los que han amado mucho.
              

8.2.11

Lunes

Lunes.
Abriendo una grieta en las horas
estoy, en este bar,
anónimo de gentes,
contemplando el pasar hambriento
de este tiempo, de éste nuestro tiempo,
albergue cerrado al desheredado.


Marchitas las luces,
de este lunes,
dan sombra apagada al espanto
de vivir ajenos,
al horror
de transitar solitarios
por el asfalto.

Corazones de neón,
cuerpos de metacrilato,
llevan el amargo nectar
de la monotonía en sus  venas.

Lunes, de veinte años después, o quizás de treinta.

Abriendo una grieta en las horas
estoy, en este bar,
anónimo de gentes
contemplando una sonrisa amplia
en este tiempo, éste nuestro tiempo incierto.

Naranjas las luces de este lunes,
dan vida al placer
del vivir propio, 
al gusto de compartir con otros
el solitario camino
del asfalto.
Y el del campo.

Corazones de melón,
cuerpos de cincuentaitantos,
llevan el néctar de la sabiduría 
en sus  venas.

30.1.11

Una llama al viento

"Nuestras vidas son los ríos, que van a dar a la mar..." 
                                                                        Jorge Manrique

"Me he sentido como una vela expuesta al viento"  me dijo una noche.

Y me pareció poética, hermosa y universal esa imagen. Acaso también cruda y dolorosa,  con ese dolor que producen la verdad y la belleza.

Pensé que así era, que somos como velas, moviéndonos  a impulsos enérgicos -ahora leves, ahora intensos, lineales o intermitentes, fugaces o duraderos - sometidos a los vaivenes del viento de la realidad, que algunas veces nos acaricia como suave brisa y otras nos bambolea con estrépito.

Procuramos protegernos de los azotes más fuertes, como quien pone una mano para mantener la llama al abrigo del viento, mano nuestra o mano ajena - padre, hermano, hijo, amigo, amante, compañero-   pero a veces cambia de dirección el implacable viento, una ráfaga se cuela entre los dedos, o , simplemente... por agotamiento, se apaga lentamente. En silencio.

26.1.11

Vale la pena


Me contestaste al correo diciendo:

"Valer, no sé si algo vale, la pena si que está y bien grande..." 


Entonces me puse a pensar sobre valores y penas...   y luego, te dije:

Vale la pena preguntar, porque aveces aparecen respuestas.
Vale la pena apostar por la amistad, porque aveces se encuentran amigos. Vale la pena abrir los ojos cada mañana, porque en medio de un día oscuro y lluvioso se puede ver el arco iris...

Vale la pena nadar en este mar sin orillas, porque como decía el poeta: "el caso es andar" y no importa la tierra prometida a la que llegar, sino aquello que encuentres en el camino... 

Vale la pena que alguien te hable de su dolor y su soledad, porque entonces te das cuenta que no estás solo.

Vale la pena tener pena, porque el sufrimiento es fuente de creación... y nos brinda la oportunidad de resurgir de nuestras cenizas y retomar vuelo.

Vale la pena escuchar música y enviar canciones por correo, porque cuando no lo haces, alguien puede echarlo de menos.

Vale la pena aguantar el cansancio y dejarse flotar un momento. Retomar fuerzas y darse cuenta de que todavía no ha llegado el momento de hundirse. Y seguir nadando

Vale la pena tratar de ser feliz (aunque sea a retazos) y no dejarse morir en el intento.

Vale la pena compartir, soñar, bailar, cantar,  reír, jugar, amar e incluso llorar... por nuestra pena.

¡Tantas cosas valen la pena! que ... tragamos agua (a veces saliva) y soportamos falsedad, deslealtades, fracasos y otras frutas amargas de la vida a la espera de esos vientos favorables que nos brinden una travesía agradable.
 

Pero no he sabido después, si para ti, valió la pena.

23.1.11

Noche estrellada

 


¡Quién sabe si Van Gogh no estuvo también allí!

También yo caminé de tu mano bajo aquel cielo estrellado alguna noche de agosto perdida ya en el tiempo.
También yo  paseé de tu mano por aquellos campos de plata, antesala de doradas mañanas.  

Estábamos Soria, la luna y tú. Y aquel ladrar a lo lejos que me hacía aferrarme a tu mano en aquel paraíso mágico.  

También yo fui feliz.

Y acaso yo también, mientras tenga aliento, recordaré esos paseos estrellados, en la oscuridad del tiempo.

21.1.11

Quisiera



Algunas veces...

Quisiera ser esa ola
que rompe en la orilla
y produce una blancura infinita;
la espuma del baño
que el mar se da
cada mañana.
Cifra de lo perecedero
y de lo eterno,
como la ola renovarme
en otra...
no ser sino murmullo,
movimiento, aroma...
y desaparecer

(enero de 1990-enero de 2011)

16.1.11

Manual de uso y disfrute



Del otro "lado" del Atlántico -EEUU, Canada- dicen provenir un tipo de hombres de similares características que repiten idéntico ritual de conquista.

Son atractivos, de mediana edad y se dedican a la importación / exportación (madera, coches...). La empresa es suya, por supuesto, y casi siempre hablan desde la oficina.

En el primer contacto realizan un largo test con el que sondean tipo de trabajo, marca y color de coche; fecha de nacimiento, hijos, viviendas...

http://www.publico.es/espana/356465/el-tocomocho-se-hace-fuerte-en-internet

Después vienen las preguntas sobre el amor y el ocio: cómo pasas tus vacaciones, cuáles son tus hobbies, cómo es tu cita ideal... y oh, aquellas otras que le informan sobre tus hábitos placenteros: ¿fumas? ¿cuándo tomaste la primera cerveza? ¿cuándo hiciste por primera vez el amor?

Habitualmente el ritual se realiza en inglés, aunque en esto he apreciado variaciones. Alguno, se toma la molestia de utilizar un traductor automático, que empeora sobremanera la comunicación.  ¡Todo un detalle! 


Hasta ahí todo puede parecer "normal", incluso lógico... Lo extraño viene cuando, también tú, sondeas en sus vidas... y a todas las coincidencias anteriores hay que añadir la de ser viudos y tener un hijo adolescente -increiblemente- con el mismo nombre en varios de los casos.

No buscan alguien  con quien vivir sino "una mujer sin la cual no puedan vivir". ¡Y la encuentran! porque... por supuesto, se enamoran repentina y locamente de ti, y agradecen a Dios que te haya puesto en su camino. Como dice la canción: "¡No pueden vivir sin ti...  no hay manera!".


Y una, que todavía tiene capacidad para sorprenderse,  ante tanta insensata coincidencia, se pregunta: ¿Tendrán allí un manual sobre "Cómo conquistar a una  española ingenua en Internet" o habremos de esperar un tiempo para saciar la curiosidad y ver cuál es la estafa que nos tienen reservada?

10.1.11

Poema adolescente

"la vida te da sorpresas"
cuando me siento junto a la barra.
Unas barbas, unas gafas
y Marina está a mi lado.

Tu voz llama mis palabras
Navajas sigue sonando,
más que la boca, tus ojos,
me sonrién encantandos.

Un beso me das y te vas.
Un beso que no te he negado
Vozka con naranja y vuelves
Te digo que no te he pensado

Entonces, tras un silencio,
-el corazón palpitando-
tonta yo, mi nombre invento
tu, Javier, te inventas Pablo.

7.1.11

Noche de Reyes


Ahora que la ilusión y los sueños se han visto realizados, ahora que ha finalizado el mágico día…  puedo, en esta hora en que los pequeños ya duermen, relatar un recuerdo, quizás el primero después de haber atravesado la frontera de la infancia.

Era noche de Reyes. Fuimos a ver la cabalgata. Una sensación de excepcionalidad me invadía. Quizás era la primera vez, la única, la última vez.

Debieron pasar a caballo, como lo hacen todavía, por las calles repletas de niños alborozados. Mi rey era Baltasar. Al volver a casa supimos que habían estado allí.

Imaginé la escalera que los condujera, peldaño a peldaño, hasta mi cuarto: estrecha, de madera. No alcanzaba a entender cómo habían podido estar lanzando caramelos por las calles de la ciudad y subiendo a la vez por mi ventana. Pero es posible que enviaran emisarios... de todos modos, ¡qué más daba! eran Magos.

Me apresuré a ver qué me habían dejado y en la oscuridad del cuarto vi algo oscuro, brillante, arrugado. Una ojeada me bastó para adivinarlo: ¡pasas de Málaga! No sé por qué me pareció tan buen regalo, pero recuerdo vivamente la sensación de fraude y enfado que me invadió cuando, al acercarme, con intención de abrir y saborear tan dulce presente, comprobé decepcionada, que  -como por arte de magia- las pasas se habían transformado en una triste cartera marrón, envuelta en papel de celofán arrugado.

Aquellos fueron mis últimos Reyes Magos.

4.1.11

Monologo nocturno


Releyendo el microrrelato de Isabella sobre la vanidad, he recordado a alguien a quien conocí a través de internet y con quien estuve en contacto durante algún tiempo. Lo llamaré "el poeta vanidoso". Os cuento.

La descripción de su perfil era un poema, en el mejor sentido de la palabra. Desprendía belleza por todos los lados. Me gustó tanto que decidí escribirle. Su respuesta, rápida, me decepcionó, y no precisamente por la prontitud, sino por el despliegue de vanidad que había en ella -me pareció un colegial pedante. ¡Uf! Quita, quita -pensé- "de ese color ya he tenido un vestido" y no contesté.

Meses después, apareció ante mi, con otro escrito, diferente, sereno. Parecía fruto de la reflexión y la humildad... sincero. Volví a morder el anzuelo. Intuí un hombre lleno de sabiduría y calma. Le dije que me gustaba.

Me sucede a veces en la vida que tengo una percepción primera sobre la personalidad de alguien, sus modos de relación, las piedras con las que tropieza... y sin embargo, no sé bien por qué, en ocasiones le doy un manotazo a esa visión y la aparto de mi pensamiento.

Así me pasó cuando volví a encontrarme con el poeta, y olvidando esa peculiaridad de su carácter, que con tanta claridad había visto en su primer correo,  jugué a enamorarlo y a dejarme enamorar...

Durante un tiempo, fui yo como la ninfa Eco, condenada a repetir las palabras que Narciso dirigía a ningún lugar, hasta quedar convertida en pura voz, eco de sus inquietudes, sus deseos y sus sueños. 

Él, se fue alejando, y continúo su deambular errante en busca de un amor perfecto, reflejo de su imagen en el espejo.

Aquí, en la cueva en la que habito, no me llegan noticias suyas, pero deseo que, rompiendo la mitológica maldición, haya comprendido que no hay más ceguera que la de verse sólo a sí mismo, y camine ahora en compañía.

Habrá sido así, porque no se ven narcisos en el horizonte. 

2.1.11

Retrato de año nuevo



Quebrada,
como mar sin calma. 
Gris, 
como sombra de un sueño.
Áspera, 
como voz sin palabras. 

Así eran su textura, su color, su alma.





Tras atravesar la nada
se levantó una mañana,
sacó sus pinceles  
y dibujó rasgos nuevos en el lienzo. 

Se pintó íntegra, colorida y suave,
como quien regresa, victoriosa,
de una batalla
al otro lado del espejo.


Como quien consigue, finalmente, 
ver cumplidos sus propósitos de año nuevo.

1.1.11

Stand by me

Quiero compartir este video que ha enviado mi amigo Peter desde los paises bajos.  Espero que os guste.


Yo tampoco tendré miedo cuando la noche llegue y se oscurezca la tierra, no tendré miedo aunque el cielo se derrumbe o se desmorone una montaña. No, no tendré miedo... mientras esteis conmigo. Gracias Peter. Gracias amigas, amigos. y Feliz 2011








 

Pensaron volver... ¿volverán?

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