30.10.10

Cuestión de altura


Me llamo Lorena. Tengo 37 años, dos carreras universitarias, un bonito ático en el centro de Madrid, y un gato. Estoy acostumbrada a ser el centro de atención de todas las miradas. No paso desapercibida. Nunca he pasado desapercibida. Mido 1'35.

A los ojos de las personas no importan demasiado otros datos sobre mí. Da lo mismo si soy rubia o morena, gruesa o delgada, fea o agraciada. No les interesa si soy inteligente, tierna o generosa... solo importa lo que ven a primera vista, lo que llama poderosamente su atención, lo que atrapa  su mirada: mi estatura.


La mirada tiene un gran poder de convocatoria, y también de confusión. Confunden conmigo esta característica física y piensan que esos 135 centímetros constituyen todo mi ser. Para la mayoría de los que se cruzan conmigo, mi nombre es "enana". Estoy acostumbrada.  Digo "la mayoría". No todos.


"9" ¿un ejemplo de "Talla humana"?

Desde que aparecieron los primeros síntomas de crecimiento retardado, mis padres trataron de transmitirme un valor: "la altura de las personas no se mide en centímetros".  Tenían mucha razón. He conocido personas muy altas que no han "dado la talla" ante la amistad o el amor, ante las dificultades, los éxitos o los fracasos de la vida.

Con los años, cuando se  calmó el dolor por no ser como mis amigas, cuando se apaciguó la rabia que sentía hacia un mundo que yo consideraba que había sido injusto conmigo (tamaña estupidez) me di cuenta que dispongo de muchas cosas que me hacen grande.  Sí, mis padres tienen razón. La "talla" humana no se mide en centímetros.

No es fácil. Cierto. No es fácil vivir con la mirada sobre ti. Miradas tiernas algunas, llenas de desprecio otras; miradas de pena, de asombro, de curiosidad... He aprendido a hacerlo. No me persiguen las miradas.

He tenido varias parejas. De la ultima (en realidad, una aventura amorosa que ha durado 15 meses) me separaré dentro de unos minutos, cuando termine de escribir este texto. 

Lo conocí en Internet. Fue una atracción inmediata. No sólo me gustó su forma de escribir, que era impresionantemente hermosa, sino también las cosas que decía. Su sensibilidad no era menor que su inteligencia, o viceversa.  Cada correo, cada instante a su lado, eran para mí como gotas de felicidad. A los escritos le sucedieron las llamadas, y luego la cámara. Nos veíamos cada noche.

Cuando vio mi imagen por primera vez me dijo que era la mujer más hermosa que nunca había conocido. A mi me resultó atractivo, sin ser guapo; interesante, a pesar de su edad -me lleva 19 años- pero me hubiera dado igual, como dice el protagonista de "el lado oscuro del corazón", que tuviera "una nariz capaz de sacar el primer premio en un concurso de zanahorias"...  lo que a mi me fascinaba de el, es que me hizo creer que sabía volar.

Le comenté en varias ocasiones que era muy bajita, que cuando nos viéramos íbamos a parecer "el punto y la i". El mide 180. Se reía y le quitaba importancia."En la cama las diferencias se igualan" - decía- Sin embargo, yo intuía que no era suficiente decirle que era baja, debía expresarlo en centímetros. La gente necesita datos.

Se lo dije durante una videollamada. Trató de disimular, pero su rostro se puso blanco por un instante y su voz apareció quebrada tras unos segundos de silencio.

Imagino que cuando nos despedimos esa noche, en la soledad de su cama, trató de componer una imagen coherente con lo que llamaba "sus principios". Su conciencia moral no podía permitirse el lujo de "abandonar un amor" por una cuestión de centímetros. ¡Qué hubieran pensado de él sus amigos "solidarios", aquellos junto a los que quiso cambiar el mundo en los 70! Así que continuamos conociéndonos. Y un día, llenos de deseo y de miedo, decidimos vernos, en la realidad.

Tras los primeros nervios, el encuentro con Javier fue mucho mejor de lo que ambos esperábamos. Y desde luego, nuestros cuerpos olvidaron diferencias y desaparecieron entre las sábanas las distancias y los miedos.

Desde entonces nos hemos visto muchas veces, y siempre nos hemos amado intensamente. Pero de un tiempo a esta parte he ido observando  que nunca nos vemos en la calle, no vamos al cine, no salimos a cenar, no vamos de paseo... Lo evitamos. Y ahora sé que no se trata, como pensé al principio, de un deseo de permanecer, alejados del mundo, entrelazados. No. Hoy he comprendido que siente vergüenza de llevarme al lado.

He comprendido que en realidad no busca una mujer, busca un adorno que exhibir. Necesita una mujer que adorne su paso para poder decirle al mundo: "¡mirad qué mujer llevo al lado!"  Y yo, no soy esa.

No me siento triste, ni enfadada ante la decisión que estoy tomando. No le guardo rencor. Simplemente me ha decepcionado, no ha estado "a la altura de las circunstancias".

No sabe volar; si supiera, no necesitaría alguien para enaltecer su vanidad. Así que ahora, una vez terminada esta pequeña historia, tomo una decisión.

Mi moral, mis valores y mi dignidad me aconsejan abandonarlo. ¡Cuestión de altura!.




27.10.10

"Lenguajear"


Del Blog de Patricia http://cosesopintas.blogspot.com/

Tales de Mileto escribió que "Muchas palabras nunca indican sabiduría".  Tenía razón. No en vano se dice que el silencio es oro, frente a la palabra, que sólo es plata,  o ... "lo bueno, si breve, dos veces bueno."

A Woman le gustan las palabras. Le encanta "lenguajear". Utiliza ese término para nombrar los momentos en que el lenguaje, en su circulación, hace de la lengua que hablamos un espacio en el que se adivina el saber propio, particular. 

No le interesan las conversaciones sobre cifras y datos. Por eso, cuando conoce a alguien no se dedica a hacerle preguntas sobre la llamada "realidad objetiva" -que si dónde trabajas, que si cuántos hijos tienes, que si cuántos años, que si patatín, que si patatán...- Tampoco a ella le gusta que se las hagan. 

Es perfectamente consciente de lo fácil que resulta inventarse una historia al otro lado de la pantalla. De manera que prefiere no poner a nadie en una posición comprometida.  En principio, de ese desconocido con quien intercambia algunas letras, le interesa su versión del mundo, sus esperanzas, sus ilusiones, sus dolores, sus sueños. Además, ¿La realidad es objetiva o la construye cada cual?  

"Lenguajear". Desmadejar palabras y dibujar con ellas paisajes desconocidos, encontrar la palabra precisa, jugar con las letras... es el placer que la  mantiene vinculada a las relaciones a través de Internet. El placer de conversar con otros mediante la letra impresa.

Y sucede entonces que en la escritura todo se magnifica, el amor se hace intenso, inmensa la ternura... se hacen largas las ausencias y cortos los abrazos, se amplían los deseos y se estrechan los lazos. Cuando se escribe, se puede amar como nunca antes se ha amado. 

Esto, que no es fácil en la calle (fantasear no está de moda), se despliega con agilidad ante un teclado. Internet brinda la oportunidad de  entablar  intensas conversaciones, intercambiar emocionantes correos; apasionados, poéticos, literarios. 

Porque aquí, en este territorio de todos y de nadie, en este mar donde la imaginación más que navegar, vuela, en este paisaje sin fronteras... se puede caminar, sin poner los pies en la tierra. 

24.10.10

La deslealtad de los cincuenta


Woman se quedó pensando en los comentarios que sobre su blog le hicieron. "Su lectura dejaba un sabor agridulce". Dulce por el modo en que estaba escrito. Agrio, por la imagen que se transmitía sobre el género masculino. "No nos salvamos ni en una línea", le habían dicho.

Es verdad que los "hombres concretos" de los que hasta ahora había hablado, no dejaban precisamente en buen lugar a "los hombres" en general.  Pero, jamás hubiera pensado que los lectores y lectoras pensaran que era de "todos los hombres" de quienes hablaba. Nada más lejos de sus intenciones.  Woman amaba, admiraba, trabajaba, reía, charlaba, compartía, colaboraba, era amiga...  de muchos seres pertenecientes a ese llamado género masculino, y la mayoría de ellos, eran hombres estupendos. Lo que pasa en Meetic, es otra cosa. Hablaba de esos pocos. Algunos de "esos pocos" con los que se había ido encontrando ahí.

Era cierto que sus experiencias en la Red no habían sido muy exitosas -de las exitosas no necesitaba hablar- Se centraba en aquellas experiencias que mostraban desencuentros y engaños. Quería hacer un blog para la reflexión. Por eso lo comenzó. No le interesaba relatar en él nuevas experiencias  -había dejado de buscar- Escribir le ayudaba a pensar.

Quien leyera los relatos podría pensar que Woman no había tenido buena suerte en los asuntos de amor y guardaba resentimientos y rencores hacia los hombres. Sin embargo, las historias que contaba no eran solo suyas. Relataba también vivencias "disfrazadas" de lo que sus amigas y amigos le habían contado. Exageradas algunas, disminuídas otras. Ellos no habían obtenido mejores resultados. ¿Por qué había tantas coincidencias entre sus experiencias y las de otras mujeres a las que conocía? 

La gran coincidencia en ellas, es que todas se acercan a los 50, o los superan. Pero también coinciden en que, por regla general son atractivas, inteligentes, independientes, divertidas... 

La gran coincidencia en ellos -esos pocos de los que hablamos-  es que, alimentan deseos y esperanzas,  provocan emociones, prometen, seducen, calientan y luego... desaparecen, se pierden, o de pronto les entra una nostalgia suprema y se sienten culpables de acercar su cuerpo a una mujer, cuando todavía les invade el recuerdo de su ex...  en definitiva, que nos dejan... ¡a verlas venir! ¿Os suena?

Me temo que  las reglas del juego no han cambiado. Siguen siendo las mismas. Los que parecen haber cambiado son los papeles de los que juegan. ¿Se habrán invertido?

Pandora en su cama  escribe sobre la "venganza de los calientabragas" y mi amiga Carla habla de "la deslealtad de los cincuentones" que "nos abandonan por las jovencitas, sin tener en cuenta que antes hemos estado a su lado" 

Woman sin embargo, piensa que no se trata de una deslealtad por su parte, sino de una especie de "desajuste horario" al que siempre hemos estado abocados hombres y mujeres.  "Cuando ellos estaban potentes, deseosos y ardientes... nosotras andábamos miedosas y recelosas, temiendo al desamor y los embarazos; ahora que las mujeres aceptamos y tenemos clara nuestra sexualidad, ellos, se encuentran miedosos y recelosos, temiendo los compromisos y los gatillazos" 

¿O tendrá todo esto que ver, simplemente, con los avatares a los que nos someten las leyes del mercado?

Para los hombres  "hay un antes y un después de Meetic". Para las mujeres también. "Meetic me confirma  -decía Carla anoche- que las cincuentonas no estamos de moda".

23.10.10

Mujeres bajo el teclado



Ninguno de nosotros quiere complicaciones. Ni hombres, ni mujeres. Ellos, hablo de los mayores de 50 (muchos de los cuales tienen 60 pero se quitan 10 para acceder a perfiles más jóvenes) acostumbrados como estaban a nuestra "histórica" pasividad, se encuentran ahora, ante mujeres que no se avergüenzan de sus deseos, ni dudan en manifestarlos. 

Y esto, les sigue sorprendiendo. En algunos casos, la "rapidez y naturalidad" con que se produce, los deja un tanto atónitos, e incluso les corta el "rollo", como le pasó a Pepe. "Me ha pasado algo alucinante"-me dijo-

Había quedado con una mujer, para conocerla tomando un café. La conversación se alargó agradablamente. Al finalizar, sin esperar a que las cosas fueran sucediendo espontáneamente, le propuso ir a la cama -Pepe repetía sus palabras emocionado- "no estámos ya para perder el tiempo" -él tiene 56- "si la cama no funciona, no funciona nada. Así que antes de continuar conociéndonos sería conveniente ver cómo nos va en ese aspecto"

Mi amigo, al que siempre le han gustado las cosas difíciles, no dudó en desaprovechar eso que para otros hubiera sido una gran oportunidad. El deseo que el hermoso cuerpo de la mujer había despertado en él, se había congelado repentinamente.

Y es que las mujeres  hemos pasado a ocupar una posición activa que, les gusta y a la vez los desborda o los paraliza. "Hay un antes y un después de Meetic" -me comentaba otro amigo-  "Antes no me comía una rosca. Ahora, con Internet, es mucho más fácil, tocas una tecla y sale una mujer". ¿Será que estamos muchas?

Para algunos de ellos -¿los más afortunados?- somos como una avalancha que les viene encima, enorme y algo desproporcionada, inmensa. ¡Decenas de flechazos,  de correos,  de propuestas... ¡Que agobio! No tienen tiempo para tanta solicitud. Y ahí andan,  bien ocupados, tratando de dar respuesta a unas y otras, porque... ¡cualquiera se pierde algo!

19.10.10

Vivir sin sueños (II)

Modelar el vacío.

"El alfarero moldea su vasija alrededor de un vacío".


Tendemos a pensar que la vida será insoportable sin la persona a la que amamos. Que no podremos sobrellevar su pérdida.

Así, cuando el amor se acaba, nos hundimos -solo de pensarlo- en un pozo sin fondo del que no sabemos cómo salir luego. Pero no nos paramos jamás a pensar que es un sufrimiento absurdo, que sufrimos por un imposible, porque "no se puede perder lo que nunca se tuvo".

¡No nos engañemos! Nunca tuvimos al otro. Sólo soñamos que era nuestro. Lo inventamos. Lo imaginamos. Lo diseñamos, lo construimos... a imagen y semejanza de nuestros sueños. Por eso, cuando un amor se acaba, se acaba con él un sueño. O varios. 

Sí, cuando el amor se va, se lleva con él los proyectos y las ilusiones que a ese amor iban ligados. Eso es lo que más duele.

Muy bien, -me podréis  decir- pero ¿que hacer con el vacío que se siente al quedarse sin amor, al quedarse sin sueños?

.- ¿El vacio?

¡El vacío siempre es una oportunidad! La oportunidad que tenemos de disponer de una "nada" alrededor de la cual poder modelar, cual alfarero, nuevos sueños. Y volver a amar.   

Pero, una cosa... no olvides preservar de aquel amor que muere, la ternura,  la complicidad, la generosidad, el respeto, la pasión... o aquellos otros materiales nobles con los que modelar nuevos amores. No olvides quedarte con todo lo que aprendiste mientras amabas, porque el amor es aprender del otro, aprender con el otro y crecer con ello.  Y eso, eso no se olvida. No hay manera. 

18.10.10

Vivir sin sueños (I)

Sobre el amor verdadero

Decís que el verdadero amor no se olvida.  Pero me pregunto: ¿hay amores falsos? y en ese caso, ¿Cómo saber si un amor es verdadero?

¿De cuantos quilates tiene que ser un amor para que no se oxide con el uso, ni se desgaste con el tiempo?

No me cabe la menor duda que todos podemos hablar de amores que nos parecieron verdaderos, y también de los que nos parecieron falsos. De aquellos cuyo recuerdo nos acaricia, y aquellos otros que nos hicieron daño. ¿Pero son verdaderos, son falsos?

Hay un anhelo que acompaña al amor: el de querer ser mejores.  En cada experiencia se renueva,  mezclado entre caricias y besos, y nos trae nuevamente ese deseo, que parecía olvidado.  Ese es el destello del amor. Uno de sus brillos.

Claro que es doloroso perder aquello que amamos. Y sentimos un gran vacío ante esa falta, pero ¿se trata de personas o de sueños?

Dejo esta pregunta en el aire.

16.10.10

¿Quién dijo corazón?

El comentario de Genio despertó a Desiré. Se había quedado dormida junto al fuego. La lluvia golpeaba los cristales de su ventana y el libro, ahora en la alfombra, no había sido capaz de mantener despiertos sus pensamientos. 

"Debajo de ese escote tiene un corazón" había dicho alguien en el silencio de la noche.´

La voz del hombre,  que Desiré imaginó grave y serena, le produjo un estremecimiento, como si esa voz la hubiera recorrido de los pies a la cabeza, como si la hubiera mirado desde su interior. Se sintió desnuda. Agradeció el calor de las llamas. 

La somnolencia no permitía a Desiré identificar con claridad el contexto en el que aquellas palabras se habían producido. Sin embargo, se sintió repentinamente embriagada de ilusión ¡Alguien la había visto! Alguien había podido ver que detrás de ese cuerpo, de su hermoso y cuidado cuerpo, había un corazón.  Se emocionó.  ¿lo habría encontrado? 

La mayoría de los hombres no podían verlo. Se perdían en la ranura de su escote. Desaparecían en ella. La mayoría, ni siquiera imaginaba que aquella mujer tuviera sentimientos. Cierto es que ella no hacía muchos esfuerzos por mostrarlos. Más bien se había acostumbrado a guardarlos, a ocultarlos bajo su apariencia fría, superficial y vanidosa.  Le iba bien así.

Era su coraza. Una coraza que se había construido con los trozos de desprecio, engaño, decepciones, deslealtades y demás sinsabores que la vida le había proporcionado. Le servía para ocultar su fragilidad y también para defenderse.  Cumplía bien esos objetivos.  

Hizo un esfuerzo por recuperar desde los confines de su memoria el texto completo de aquella frase. La vislumbró borrosa... "se podría discutir si realmente Desiré es una presa de los hombres del Meetic o en cambio es una cazadora en busca de hombre completo, aquel que no solo piense en su voluptuosidad sino aquel que piense que debajo de ese escote se esconde un corazón"(1)

Tenía razón. Ella no era una presa. o en todo caso no era una presa de los hombres. No. 

Estaba sujeta, eso sí, a ciertos vaivenes en las relaciones con los demás, aquello a lo que alguien había llamado alguna vez sus "ahora voy" y "ahora, ¡cuidado, que vengo!" Vaivenes que no hacían sino mostrar sus dificultades para amar, herida como estaba por el amor mismo.  

 
Para mostrar ternura, para dejarse abandonar en el abrazo del otro, tenía que disfrazarlo de sexo. Por eso, sus relaciones con los hombres se desarrollaban en el borde de lo esporádico, en la banalidad de los encuentros sucesivos. En ese terreno se sentía cómoda, protegida.

Pero Genio se equivocaba en algo. No era un ritual de caza. Desiré no era Diana Cazadora en busca de presa. Era solo una mujer buscando el amor. Y lo hacía del único modo que podía: perdiéndose en una jungla de abrazos a la espera de encontrar entre ellos los que la estaban esperando.

¿Y él? ¿Quien era Genio?

Desiré se acurrucó en el sillón después de haber avivado el fuego, y extraviando su mirada en las gotas que resbalaban por los cristales, volvió a perderse en sueños, esperando adivinar en ellos el rostro del hombre completo.  Celia Cruz estaba sonando.


 Te busco.


(1) se puede leer en comentarios a "Amor a primera cita"

14.10.10

Recetas para ligar


¡Nos encantan las recetas!

Queremos saber la cantidad exacta de menta y canela con la que debemos aderezar nuestros postres para que deleiten a quien los prueba. 

Necesitamos conocer el tiempo exacto que hemos de dejar el tinte en el cabello para que quede con el brillo adecuado.

imagen tomada de fini.lacoctelera.net
Esperamos que en algún lugar nos digan cómo seducir, con cuántos gramos de pasión hemos de salpimentar las relaciones para que sean un éxito; ¡cuántas llamadas, cuántos besos, cuántos correos necesitamos para conseguir por fin, que esa persona a la que anhelamos, caiga rendida ante nuestros deseos.

Buscamos la pócima mágica que haga que, finalmente, nos salgan bien las cuentas, porque en el fondo sabemos que en la vida, como en el amor,  dos y dos, no siempre dan cuatro.

¡Sí, nos encantan las recetas!

Y las encontramos, ¡vaya si las encontramos! Leía hoy en la Red un artículo sobre el peligro que entrañan los sms para la relación hombre-mujer, "... en la que siempre sale ganando el que más poder atesora, o el que más tarde descubre sus cartas".

Insistían en recordarnos que todas nuestras "aspiraciones, deseos y verdades quedan expuestas entre líneas" y que, lo queramos o no, "es inevitable dejar entrever nuestras emociones en esos inocentes sms" regalando así nuestro poder, quedando expuestos a las interpretaciones de quien los lee y eliminando de un zarpazo la incertidumbre "que es esencial y consustancial a toda fase inicial de una relación… sin misterio, sin poder, sin incertidumbre… o eres Brad Pitt o tienes chungo enamorar"

Quizás sea así. O acaso no. ¿De qué nos enamoramos?

Es cierto que "somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestros silencios"; que quien habla se puede equivocar. Cierto es que con mis palabras puede el otro construir sueños y destruirlos. Y también lo es que mis palabras expresan algo propio, un deseo, una emoción, un sentimiento. Efectivamente está en mis manos dejar que todo eso se desvanezca con el viento. Así nadie podrá usarlo en mi contra, ni en mi favor. Tampoco yo. 

Y también puedo hacerlo consistir, envolviendo las palabras en letra impresa. La escritura queda. 

Nos recomiendan no hacerlo. No escribir correos, no enviar sms; no dejar huella de nuestras emociones, de nuestras reflexiones, de nuestros pensamientos; no dejarle al otro -a la otra- la posibilidad de que se adueñe del poder.

”Pero   ¿qué pasa conmigo? ¿Por qué arrepentirme mañana de lo que he deseado hoy? ¿He de borrar mis palabras para no dejar constancia del modo en el que un día fui? ¿He de impedir que quede constancia de ellas para que ni “genio” ni ningún otro, lea en mis letras el reflejo del alma?[i]

¿Quiero mantener una relación con alguien que está al acecho, esperando la ocasión de despellejarme,  juzgarme, o rechazarme por un sms a destiempo?  No.

Me gustan las cartas, los correos, los sms, la letra impresa. Quizás sea el momento de hacernos cargo de lo que decimos.  O callar.

No quiero que a las palabras, se las siga llevando el viento.




[i] Se puede leer en el comentario enviado por “genio” a “Rostros sin cara”

13.10.10

Rostros sin cara

Llego a casa. Es tarde y estoy cansada. Conecto el ordenador. Introduzco mis contraseñas y  accedo a la página esperando encontrar alguien para conversar. Encuentro las mismas caras de siempre. Las mismas "sin caras".  

No me gusta mirar y no ver nada. No me apetece conversar con quien se esconde detrás de un rostro sin cara.  ¿por qué se tapan?

Me voy a la cama.

12.10.10

Amor a primera cita


"Vamos a ver, Woman, dirás lo que quieras, pero a mí no me ha ido tan mal. En mi agenda no existe ninguna de esas que tu llamas "cita sin cita" y que en mi tierra se llaman "plantones" 

Es cierto. Durante los 6 meses que Desiré lleva en Meetic nadie le ha dado plantón. Quizás por su nombre, porque tiene 42 años, por su exuberante escote y sus rubios cabellos largos, por su modo de caminar... Sea por la razón que sea, algo en ella hace que el amor y el deseo no se le resistan.  Tiene un sexapil especial y los vuelve locos en la primera cita. ¡A todos!

Verdad es que en esa primera cita Desiré se envuelve en unas gotas de su perfume favorito y mantiene la proximidad suficiente para que el aroma impregne sutilmente los sentidos de su acompañante. No falla. "¡Um, que bien hueles!"

En la primera cita hace uso de sus mejores sonrisas -tiene varias- y las miradas

El abrazo. Barro cocido. Woman on line
 más seductoras; Muestra su deseo con la prudencia del Guadiana, (ahora se vislumbra, ahora se oculta) y cuando la conversación se hace próxima y cálida, sus labios dibujan una boca accesible y cercana.

En la primera cita, procura ponerse especialmente atractiva. Y lo consigue.

Ellos por su parte se sienten fascinados. "¡Pedazo de mujer!" Algunos se asustan y acobardan ante ella. Es inteligente, rápida, natural, descarada.   A otros les encanta presumir de su compañía.  Y todos, a poco que se lo propongan, acaban consiguiendo sus besos, porque a ella le gusta sentirse deseada, y se deja desear.


 
Aunque en algunas ocasiones esa capacidad de seducción se vuelve en su contra y le genera problemas. Le sucedió varias veces. Tras una primera y única cita aparecieron al día siguiente declaraciones a destiempo: "te quiero", peticiones desmedidas: "anda... dime algo bonito", preguntas suicidas: "¿qué sientes por mí?" y  lo peor de todo, proyectos familiares: "a mis hijas les vas a encantar"...

Eso le horroriza. Le espanta que aparezcan necesidades, demandas, obligaciones... En esos momentos, desea huir, quiere ser otra. Ser como la ninfa Laurel y con la ayuda de los dioses, conseguir que se la trague la tierra.  Ella no quiere  compromisos. Le gusta coquetear, disfrutar de cada encuentro. 

Desiré se siente a gusto en este modo de relaciones, esporádicas, sin responsabilidades, sin promesas, sin exclusividades, sin miserias. Le gusta llevar la voz cantante. Decidir  cómo,  cuándo y dónde. A algunos hombres les gusta encontrar eso en una relación. A otros no.

En su modo de amar, se siente identificada con esos hombres que huyen de compromisos y responsabilidades, de ternuras y otras emociones que complican sobremanera las relaciones y las apartan de ser simples aventuras de diversión y sexo.

Desiré cree en la atracción a primera vista. Conoce la capacidad de algunos hombres para  estimular su mente, su estado de ánimo, sus entrañas, su corazón... ha disfrutado de ello. Sabe lo satisfactorias y placenteras que pueden resultar aquellas relaciones en las que se produce una sabia mezcla de física y química... pero ¿amor? ¿Amor a primera cita? No.  Desiré no cree en el amor a primera cita.

Y se asusta. La asustan esos hombres que tras la primera cita le declaran su amor. Le asustan porque, alejados ya de los amores platónicos propios de la adolescencia,  ella se pregunta si tendrán bien la cabeza.


11.10.10

Encantadores de serpientes

Las comparaciones son odiosas. También las generalizaciones. Lo sé.

Durante estos meses en Meetic y demás redes sociales, he conocido gente peculiar. Personas especiales. Hablaré de ellos más adelante. Pero también los he conocido mediocres y homogéneos, como si estuvieran cortados por el mismo patrón.  Soy consciente del engaño aquel con el que las madres querían alejarnos de los peligros del mundo masculino diciéndonos aquello tan conocido de "todos los hombres son iguales".

Todos no son iguales. Solo parecidos.
 
¿Una profesión en peligro de extinción?

De entre ellos, hay un tipo de hombre escondido por aquí -digo escondido porque no se deja ver- que toma como modelo al encantador de serpientes. Sí. Hay muchos encantadores de serpientes en la red. Y no quiero decir con eso que las que por aquí deambulamos seamos unas "víboras", que de todo habrá, sino que utilizan sus melodías para conseguir que saquemos los pies del cesto, y bailemos "encantadas" a su compás. He conocido varios así.

Hoy, hablaré de alguien, llamémosle Pepe, que presumía de tener un pasado importante, venido a menos, eso sí, y al que le encantaba el cine.

 A los diez minutos de hablar conmigo ya decía sentirse fascinado. Y decidme con sinceridad, ¿a qué mujer - a qué ser humano con corazoncito- no le encanta que le piropeen y le digan que le quieren, aunque no sea cierto?  A las 2 horas ya estábamos hablando  (los hay expertos en conseguir un teléfono) y antes de colgar, ya existía una cita. ¿Para que esperar?

Su trabajo le hacía viajar con frecuencia. Ir de aquí para allá. Así que cuando volviera de su viaje semanal, vendría a conocerme.  Me propuso ver juntos una película el próximo sábado -el cine era una de las cosas que más echaba de menos en el pueblo en que vivía- Tomaríamos antes un café.

Durante los días que habían de transcurrir hasta la cita (apenas una semana) llamaba con frecuencia. De pronto se convirtió en un elemento cotidiano. Las conversaciones con él eran agradables. Su capacidad de convicción, elevada -no en vano se dedicaba a las ventas.

Él había visto bastantes fotos mías. Yo de él, solo una. Dijo que era reciente, pero no parecía en esa foto ser un hombre de 60.  Para mí, tanto el aspecto como la edad no eran cuestiones de gran importancia, así que, como nos íbamos a conocer próximamente, no le pedí ninguna imagen más.

Parecía un hombre serio, comprometido y responsable. Pero había algo que no me gustaba de él: a lo largo de nuestras conversaciones telefónicas fueron muchas las personas de su entorno a las que criticó. No dejaba títere con cabeza.  Y con frecuencia me paraba yo a pensar qué diría de mí cuando no estuviese presente mi oreja. 

No me gusta la gente que piensa que todos los demás son "una mierda". No me gusta, porque eso me dice varias cosas: o elige muy mal sus relaciones, o no sabe decir "no" a lo que no le gusta de su entorno, o piensa que él es perfecto y nadie le llega a la altura del zapato, o...

Sin embargo, le escuchaba tolerante, pensando que había otras muchas cosas en él que me resultaban interesantes: su experiencia en la vida, su saber, su sentido del humor, su capacidad para argumentar y convencer... así que seguimos adelante planeando la cita.

Pensamos en la película y en el cine. Pensamos en la hora y también en la cafetería. Estaba casi todo listo. Y el sábado llegó. 

Esa mañana dude si ir a la peluquería. Opté por no hacerlo. Prefería la naturalidad. llevaría el pelo recogido y un vaquero con tacones. Pepe era muy alto.

A eso de las 12 sonó el teléfono. "Lo siento, pero te voy a dar plantón" -dijo- "mi hija ha llamado y viene a pasar el fin de semana conmigo. Así que, nada, no puedo ir esta tarde a verte. Tengo que estar con ella. Pasaremos un fin de semana de cariñitos y mimos. Te llamaré el domingo por la tarde. Besos" 

Sin palabras.  Me quedé sin palabras. Pero eso sí, con muchas ideas en mi cabecita loca, entre ellas, la certeza de que esa llamada no se iba a producir jamás.

Estoy segura que a vosotras y vosotros, también se os ocurren algunas cosas sobre esta "cita sin cita" que es una, pero no la única - relataré otras más adelante-.  Contadme.

Hoy, como ayer

Hoy, como aquel 1 de abril del 96, me he sentido confundida. Desasosegada. Por un momento el pensamiento se ha nublado y no sabía si era hoy, ayer, o si será mañana. Ha habido una detención en la percepción del tiempo.

Hace tiempo que no sucede nada en Meetic. Siempre se ven las mismas caras. Y las mismas siluetas fantasmas. Así que anoche, aburrida, decidí abandonar la pantalla y ponerme a leer. Releer más bien. Encontré Rayuela y aquel recuerdo ahí escrito: "temblaba contra mí como una luna en el agua" y entonces recordé que así era como mi cuerpo temblaba junto a su cuerpo aquel marzo del 96. Y lo recuerdo a él. Y sonríe mi piel.


Hoy, siento el mismo desasosiego que sentí dias después, ante su ausencia. El mismo vacío. Dibujo, leo, escribo... y escucho música. 

Esperar un imposible. Seguramente eso es lo que hacemos siempre: esperar que los sueños se repitan idénticos, como cuando miraba por la ventana y lo veía pasar con su chaquetón a cuadros; esperar que suene el teléfono y sea suya la llamada; esperar que llegue, y toque a nuestra puerta. 

Pero sabemos que no va a pasar bajo la ventana, ni será  suya la llamada, ni oiremos el timbre, ni abriremos la puerta.

Y hoy, como ayer, también aquí esperamos imposibles, tejiendo y destejiendo -como Penélope- correos, flechazos y pensamientos. Deshojando margaritas, sin encontrar el pétalo final que detenga la duda.

Caminamos a veces, como Teseo, por los turbios laberintos del deseo, intentando encontrar al monstruo que nos haga querer abandonar el sueño.  Y otras muchas veces, prendidos como Ariadna al hilo de un recuerdo, nos detenemos a esperar ese mañana prometido en que vendrá alguien a quien amar. Y esperamos. Esperamos que el amor vuelva.


10.10.10

Cambiando cromos

Después de 2 meses en Meetic había encontrado alguien que no creía en princesas ni en brujas.  Alguien que estaba dispuesto a compartir unas lentejas o intercambiar cromos. Sonaba divertido. A Marcela le parecieron propuestas interesantes; Hacía tiempo que, como Borges, deseaba "volver a las comunes cosas". Además... ¡no tendría que jugar a parecer lo que no era! porque estaba claro, Marcela no era una princesa de cuento, pero tampoco una bruja malvada surcando los cielos en su escoba.

Tenía 49 años y una sonrisa amplia. Se sentía en la flor de la vida.  Hacía 3 años que estaba en España y conservaba el amor a sí misma como lo más preciado. Se valoraba. Había observado que las mujeres españolas no se querían demasiado. Pasaban de la vanidad al menosprecio con una gran facilidad. Esto las hacía vulnerables. Y desde luego, no era un buen punto de partida para el amor.

Ella buscaba en los hombres serenidad y claridad de pensamientos... el, le ofrecía sosiego, tolerancia y una pizca de ternura. Tres ingredientes clave -pensó Marcela- para preparar unas buenas lentejas.  A Marcela le gustaban las lentejas con una pizca de ternura.

Coincidían en algunas cosas. Ambos eran extranjeros en su tierra. A los dos les gustaba tomar un buen vino, la poesía, los juegos de palabras.  Amaban a Alberti, Sartre, Borges y las lentejas.    Lo pasaban bien intercambiando pensamientos y saboreando cada palabra. Y como les gustaba el juego, decidieron, cual niños en una plaza, intercambiar sus cromos.

Primero quisieron saber cuales eran los que tenía el otro. Se enseñaron los álbumes. Cada uno mostró su colección y cada uno de ellos, fue también parándose a pensar, cuales eran los cromos que le faltaban.

A Andrés le faltaban muchos. "Hay una serie de cromos que tienen que ir a pares -le dijo- como el de la ternura, o la sonrisa al levantarse". Tenía uno de cada, pero le faltaba el compañero. Entonces buscaba un cromo de "sonrisa al levantarse" y otro de "ternura para compartir"... Sabía que eran difíciles de encontrar en estos tiempos de tecnologías, prisas y soledades...

¿Qué cromos me faltan? - se preguntó Marcela- ¿Qué cromos tengo?  Rápidamente se dio cuenta de que le faltaban cromos de "caricias para momentos tranquilos", "besos apasionados" y "conversaciones antes de dormir". Tampoco tenía el de  "buenos días cariño" o el de "vamos a dar una vuelta".... Sentía que le faltaban demasiados como para contarlos en un rato. Guardó silencio.

Conocía muy bien sus "cromos repes". Esos los podía intercambiar. Tenía el de "mirada pícara y  sonrisa tímida", el de "vamos al cine o a caminar un rato", el de "anda, cuéntame qué te pasa" el de "toma mi mano"...

Andrés le enseño su cromo favorito: "la libertad". Era el más apreciado e intransferible.  También tenía el "amor por la música y la fotografía", el "amor por la inmensidad de los montes y los llanos", el "gusto por el campo y todo lo que le alejaba del cemento"... Todos ellos eran cromos que interesaban a Marcela.

A sus 60 años, Andrés se había ido desprendiendo de aquellos cromos que le hacían difícil la vida. Había regalado el de la ambición y el de la prisa. Había tirado a la basura el cromo de la envidia. Pero había otros que echaba de menos. "¿Quieres el cromo de los besos apasionados? le preguntó a Marcela.

La  pregunta de Andrés hizo que Marcela se agarrara fuertemente a su cromo de "la sonrisa tímida", y el "pudor adolescente" ¡El cromo de los besos apasionados!  A ver....  de momento, de momento "Te cambiaría el de la mirada pícara por el de la ternura"

Marcela prefería primero intercambiar el cromo de la compañía... pero el de los besos apasionados... no sabía si quería cambiarlo. Debía pensarlo bien. Seguro que la "sonrisa" en cromo también me gustará -pensó Marcela-. Y le preguntó a Andrés si tenía repe un cromo de "sonrisa".

A Andrés le pareció buena idea ser prudentes con los cambios. " -dijo- cambiar el cromo de los besos y las caricias es arriesgado. No quiero precipitarme,  no sea que salgas corriendo y no podamos cambiar más" El se conocía bien. Conocía su impulsividad. No era un hombre prudente, pero por esta vez, había decidido esperar.

Marcela por su parte estaba encantada con el intercambio de cromos. Le gustaba el juego, pero no quería cromos que no estuviera dispuesta a disfrutar. Pensó en la posibilidad de intercambiar el cromo de los besos apasionados con Andrés, pero no tuvo la certeza de que fuera a gustarle. Andrés era un desconocido. Había visto una foto suya y sabía de su vida aquello que el le había contado.  Ella conocía lo fácil que era inventarse una identidad en la red.  Estaba jubilado y disponía de mucho tiempo para cuidar su colección de cromos y presentarlos de tal modo que a Marcela le apeteciera intercambiarlos. Pero ¿cómo olía? ¿Cómo sonaría su voz?  ¿Sería áspero o suave el tacto de su piel? y ¿su boca?  ¿Le iba a apetecer respirar su aliento? No, no estaba segura de querer intercambiar el cromo de los besos apasionados. Prefería pensarlo.

Así que decidieron dejar los apasionamientos para más adelante y contar con la precaución como una de las reglas del juego.  El intercambio de cromos no estaba de moda y resultaba difícil encontrar alguien con quien hacerlo... por tanto cuidarían al compañero y procurarían también no ofrecer cromos que no tuvieran. Sería un gran motivo de decepción comprobar el engaño.

A Andrés le interesaron el cromo de la sonrisa y el de la compañía. Los intercambiaron. Marcela  le ofreció  también los de "creatividad",  "sinceridad", "entusiasmo"  ... y cambió el cromo de "misterio" que rodeaba a Andrés, por uno suyo de "libro abierto" esperando de ese modo enterarse de alguna cosa sobre él, e impregnarse, a la vez, del misterio femenino que tanto interés suscita. 

Y cuando se cansaron de cambiar cromos, y conocer cada uno lo más íntimo del otro, abandonaron la plaza, oscura y solitaria, y a esa hora tardía, que a Andrés le pareció una magnifica hora, le dijo a Marcela cuanto le gustaba.

Marcela, a quien no le quedaban ya cromos repetidos, lo miró sin pudor y sonrió.  

"Es una hora magnifica para que te guste una mujer" -repitió Andrés- y ya sin cromos,  quiso despertar la voluptuosidad de los cuerpos tras la Cam y robar los besos apasionados que ella no había querido entregarle minutos antes, y quiso hacerlo sin ternura, sin serenidad (se habían quedado guardadas en el álbum) con el ímpetu y la impaciencia de la que le había hablado.  


El cromo de la creatividad- Mujer en Barro.

Si esa noche Andrés y Marcela se hubieran encontrado verdaderamente en aquella plaza, bajo la luz de las farolas, Marcela se hubiera acercado a él suavemente y le hubiera entregado su boca y hubiera bebido de sus alientos. Se hubiera dejado acariciar hasta el vértigo.  Pero la frialdad de una pantalla se interponía entre ellos y  no estaba ya sometida a la tiranía hormonal de la adolescencia como para tener que lanzarse a una aventura cibersexual con un hombre con el que, todavía, no le apetecía. 

 
Y así, cuando ya se quedaron sin cromos que cambiar, se quedaron sin nada. El, no estaba dispuesto a visitarla en su ciudad. Pasaría por Córdoba la próxima semana, camino de Madrid, pero le dijo que no podría llamarla para tomar un café y conocerla. Estaría apenas unas horas allí. Además, iba a ser un viaje para resolver asuntos de familia. 


Sin cromos, sin voluptuosidad virtual, sin expectativas... se fueron apagando las ganas de Marcela y también las de aquel marinero en tierra que no pudo cumplir su deseo de tener, como escribió Neruda, "el amor de los marinos, que besan y se van".  Se fue sin beso.  

9.10.10

Borradores


Leo un comentario en http://elsexodelasmoscas.blogspot.com/  en el que Juan Poz  habla de la sensación que a veces le asalta “de no estar vivo realmente, sino de ser un borrador que se va perfeccionando para, un buen día, cuando esté "hecho y derecho", tomar la decisión... de"salir al mundo… ” 
 
¡Un borrador! Bonita idea para pensarse. Sí. Tiene una gran ventaja, la de creer que alguna vez, estaremos finalmente listos para "salir a la luz", sin faltas, sin carencias; que seremos, después de todo, un producto sabiamente terminado. Tal vez sea así.
Y en ese caso me invade una pregunta: ¿donde está el corrector ortográfico?  

Si alguien lo ha visto, ¡por favor, que me diga cómo encontrarlo!
* Me responde Juan que el tampoco ha encontrado el corrector, pero me da una pista:  "el borrador es como las manos de Escher, que se dibujan a sí mismas". Interesante imagen. Gracias.

8.10.10

Amores urgentes

Variaciones con repetición (Relato)


Desde aquel día en que la encontré al poco de su llegada a la ciudad y tuve la cortesía de ofrecerle mi hospitalidad, su sonrisa angelical se paseaba descarada por los rincones de mi vida. Insidiosamente aparecía, se acomodaba y eran inútiles las palabras sutiles. No había manera de librarse de su presencia. Sabía estar en el momento adecuado a la hora conveniente. Para ella.
Una tarde de febrero se interpuso en mi camino. Quería hablarme. No sé si fue la rabia o el desprecio lo que me impulsó a preguntarle: “¿Hablar? ¿De qué?”. Supe que no iba a contestar en ese momento. Mi curiosidad tendría que esperar.
La reunión que teníamos ese martes había comenzado. Allí estaba ella, y yo, del otro lado. Entonces supe de qué quería hablarme. Había sucedido. El hombre con el que compartía mi vida era por fin suyo.
Lo cierto es que bien pude haberle negado la ocasión de decírmelo. Una sencilla disculpa hubiera bastado para detener tan desagradable encuentro. No se me ocurrió. Acostumbro dejarme llevar por lo que considero las fuerzas de la naturaleza, por lo inevitable. Y así, a las 10, estábamos en un bar la una frente a la otra, sostenida yo en mi copa, esperando sin poder resistirme el desenlace que se anunciaba.
Destruir es un lujo que sólo los humanos nos permitimos. Querer saber me conduce a la destrucción, y aquella noche  quise saber. No puedo negar que lo que hoy ha ocurrido sucedió entonces, justo en el momento en que ella comenzó a hablar y yo me dispuse a escucharla.
“Entre el y yo ha surgido un deseo” dijo. Tragué saliva. Me agarré a la copa como náufrago a su balsa y poniendo en mis labios uno de los cigarrillos que se sucedían imparables, seguí callada, sentada allí. “Queríamos decírtelo para soportar la culpa, y además, porque… “las palabras dejaron de ser fluidas y seguras. Comenzó a vacilar: “nos gustaría hacerte partícipe. El sabe que estamos hablando ahora… quizás quiero que me frenes, que me lo prohíbas”
Introspección. Barro.
¡Prohibir! ¿Quién puede prohibir desear? ¿Acaso no es porque está prohibido que lo deseo? ¿Qué querían entonces de mí? ¿Por qué contármelo y por qué ella? ¿Por qué con tanta urgencia?
Los argumentos se sucedían incansables. Ella se llenaba la boca pronunciando su nombre, y anunciaba bordes de deseo y amor. Mis esfuerzos, sin embargo, se concentraban en mantener la calma, la impasividad del rostro. Necesitaba pensar.
El cuerpo, mi cuerpo, respondía incontenible a sus palabras. Acelerados los latidos del corazón, temblorosas las manos y la angustia aquella oprimiéndome en silencio, no hacían sino recordarme que continuaba viva, que no podía librarme fácilmente del miedo y el deseo.
En ese momento me hubiera gustado permitirme el lujo de actuar también yo conducida por la urgencia y, cual hembra defendiendo a sus cachorros, abalanzarme sobre ella, tirarle de los pelos, destrozarla, aplastarla. No lo hice.
 Ahora, dos años después, en los que ella habrá bordado cortinas azules sobre su cuerpo, releo lo anterior y me parece absurdo el acontecer del tiempo.
Esta mañana sonó el teléfono. Al descolgar, un vago recuerdo volvió con el  timbre de su voz: “Te llamo para decirte que el ya no está aquí. Anota este número. Se llama Lola”
Sorprendida y a la vez serena, me acerqué a la ventana y observé, ya sin sorpresa, como la gente se agolpaba en la cola del autobús mientras esperaba, con urgencia, que llegara puntualmente el jinete que le fuera fiel hasta la muerte. 

7.10.10

Un traje a la medida

¿Quién soy? ¿De donde vengo?  ¿Hacia dónde voy? Viejas preguntas que no por universales encuentran respuestas generales. Cada cual tiene que vérselas con ellas, descubrir los agujeros por los que transita, los vacíos que le hacen ser quien es.

Me miro al espejo y digo: "esa soy yo". Pero ¿quién es esa? porque lo cierto es que cada vez que miro me saluda una distinta. Y no vayan a pensar ustedes que se trata de una distorsión del espejo o de las gafas que me haya puesto esa mañana, no. Ni siquiera me atrevería a decir que sea algún tipo de locura. Tampoco.

Si no es locura, ¿qué es lo que hace que me sienta una mujer diferente según las ocasiones?, o dicho de otro modo, ¿que hace que convivan tantas mujeres diferentes en mi? La mujer intensa, y la frágil. La rebelde y la sumisa, la que desea saber y la que ignora, la dulce y la amarga, la que se apasiona y la que tiene desgana...

Algunos insistirán en pensar que se trata de un pequeño desdoblamiento de personalidad, que ellos son UNO y siempre uno, íntegros, totales, sin distorsiones de su ser, individuos plenos.

A otros, quizás les suceda como a mí; que se sientan muchos y diversos, fragmentados y reconstruidos a pedazos, como Frankenstein. 

Los demás, tendréis vuestras propias respuestas. A mi, continúan asaltándome preguntas: ¿Seremos acaso un invento, una construcción imaginaria ? ¿El sueño de alguien que duerme? O simplemente un espejismo, un reflejo en los ojos de los otros, un cuento...?

Esto no es un tratado de psicología humana. Lejos de mi interés.  Solo es una reflexión a la que me ha llevado observar tantas veces eso que en la realidad llamamos mentira y que acaso sea sólo una burda materialización del deseo de ser otro, de vivir otras vidas.

Aquí, en este mundo de ventanas y teclados donde nadie nos conoce, es fácil construir una personalidad a la altura de nuestras expectativas, o a las de aquellos, a los que no pudimos satisfacer. Es posible inventar un personaje que supere de una vez por todas nuestras frustraciones, nuestros fracasos y nuestros miedos.

Y así, como quien se confecciona un traje, vamos añadiendo bolsillos, cuellos, solapas, cremalleras, botonaduras y demás adornos a las vidas que relatamos, para mostrar un semblante más hermoso, a la medida de nuestros sueños y nuestras necesidades, el semblante de un personaje con el que finalmente fantasear que  "damos la talla". 

Pensaron volver... ¿volverán?

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