10.10.10

Cambiando cromos

Después de 2 meses en Meetic había encontrado alguien que no creía en princesas ni en brujas.  Alguien que estaba dispuesto a compartir unas lentejas o intercambiar cromos. Sonaba divertido. A Marcela le parecieron propuestas interesantes; Hacía tiempo que, como Borges, deseaba "volver a las comunes cosas". Además... ¡no tendría que jugar a parecer lo que no era! porque estaba claro, Marcela no era una princesa de cuento, pero tampoco una bruja malvada surcando los cielos en su escoba.

Tenía 49 años y una sonrisa amplia. Se sentía en la flor de la vida.  Hacía 3 años que estaba en España y conservaba el amor a sí misma como lo más preciado. Se valoraba. Había observado que las mujeres españolas no se querían demasiado. Pasaban de la vanidad al menosprecio con una gran facilidad. Esto las hacía vulnerables. Y desde luego, no era un buen punto de partida para el amor.

Ella buscaba en los hombres serenidad y claridad de pensamientos... el, le ofrecía sosiego, tolerancia y una pizca de ternura. Tres ingredientes clave -pensó Marcela- para preparar unas buenas lentejas.  A Marcela le gustaban las lentejas con una pizca de ternura.

Coincidían en algunas cosas. Ambos eran extranjeros en su tierra. A los dos les gustaba tomar un buen vino, la poesía, los juegos de palabras.  Amaban a Alberti, Sartre, Borges y las lentejas.    Lo pasaban bien intercambiando pensamientos y saboreando cada palabra. Y como les gustaba el juego, decidieron, cual niños en una plaza, intercambiar sus cromos.

Primero quisieron saber cuales eran los que tenía el otro. Se enseñaron los álbumes. Cada uno mostró su colección y cada uno de ellos, fue también parándose a pensar, cuales eran los cromos que le faltaban.

A Andrés le faltaban muchos. "Hay una serie de cromos que tienen que ir a pares -le dijo- como el de la ternura, o la sonrisa al levantarse". Tenía uno de cada, pero le faltaba el compañero. Entonces buscaba un cromo de "sonrisa al levantarse" y otro de "ternura para compartir"... Sabía que eran difíciles de encontrar en estos tiempos de tecnologías, prisas y soledades...

¿Qué cromos me faltan? - se preguntó Marcela- ¿Qué cromos tengo?  Rápidamente se dio cuenta de que le faltaban cromos de "caricias para momentos tranquilos", "besos apasionados" y "conversaciones antes de dormir". Tampoco tenía el de  "buenos días cariño" o el de "vamos a dar una vuelta".... Sentía que le faltaban demasiados como para contarlos en un rato. Guardó silencio.

Conocía muy bien sus "cromos repes". Esos los podía intercambiar. Tenía el de "mirada pícara y  sonrisa tímida", el de "vamos al cine o a caminar un rato", el de "anda, cuéntame qué te pasa" el de "toma mi mano"...

Andrés le enseño su cromo favorito: "la libertad". Era el más apreciado e intransferible.  También tenía el "amor por la música y la fotografía", el "amor por la inmensidad de los montes y los llanos", el "gusto por el campo y todo lo que le alejaba del cemento"... Todos ellos eran cromos que interesaban a Marcela.

A sus 60 años, Andrés se había ido desprendiendo de aquellos cromos que le hacían difícil la vida. Había regalado el de la ambición y el de la prisa. Había tirado a la basura el cromo de la envidia. Pero había otros que echaba de menos. "¿Quieres el cromo de los besos apasionados? le preguntó a Marcela.

La  pregunta de Andrés hizo que Marcela se agarrara fuertemente a su cromo de "la sonrisa tímida", y el "pudor adolescente" ¡El cromo de los besos apasionados!  A ver....  de momento, de momento "Te cambiaría el de la mirada pícara por el de la ternura"

Marcela prefería primero intercambiar el cromo de la compañía... pero el de los besos apasionados... no sabía si quería cambiarlo. Debía pensarlo bien. Seguro que la "sonrisa" en cromo también me gustará -pensó Marcela-. Y le preguntó a Andrés si tenía repe un cromo de "sonrisa".

A Andrés le pareció buena idea ser prudentes con los cambios. " -dijo- cambiar el cromo de los besos y las caricias es arriesgado. No quiero precipitarme,  no sea que salgas corriendo y no podamos cambiar más" El se conocía bien. Conocía su impulsividad. No era un hombre prudente, pero por esta vez, había decidido esperar.

Marcela por su parte estaba encantada con el intercambio de cromos. Le gustaba el juego, pero no quería cromos que no estuviera dispuesta a disfrutar. Pensó en la posibilidad de intercambiar el cromo de los besos apasionados con Andrés, pero no tuvo la certeza de que fuera a gustarle. Andrés era un desconocido. Había visto una foto suya y sabía de su vida aquello que el le había contado.  Ella conocía lo fácil que era inventarse una identidad en la red.  Estaba jubilado y disponía de mucho tiempo para cuidar su colección de cromos y presentarlos de tal modo que a Marcela le apeteciera intercambiarlos. Pero ¿cómo olía? ¿Cómo sonaría su voz?  ¿Sería áspero o suave el tacto de su piel? y ¿su boca?  ¿Le iba a apetecer respirar su aliento? No, no estaba segura de querer intercambiar el cromo de los besos apasionados. Prefería pensarlo.

Así que decidieron dejar los apasionamientos para más adelante y contar con la precaución como una de las reglas del juego.  El intercambio de cromos no estaba de moda y resultaba difícil encontrar alguien con quien hacerlo... por tanto cuidarían al compañero y procurarían también no ofrecer cromos que no tuvieran. Sería un gran motivo de decepción comprobar el engaño.

A Andrés le interesaron el cromo de la sonrisa y el de la compañía. Los intercambiaron. Marcela  le ofreció  también los de "creatividad",  "sinceridad", "entusiasmo"  ... y cambió el cromo de "misterio" que rodeaba a Andrés, por uno suyo de "libro abierto" esperando de ese modo enterarse de alguna cosa sobre él, e impregnarse, a la vez, del misterio femenino que tanto interés suscita. 

Y cuando se cansaron de cambiar cromos, y conocer cada uno lo más íntimo del otro, abandonaron la plaza, oscura y solitaria, y a esa hora tardía, que a Andrés le pareció una magnifica hora, le dijo a Marcela cuanto le gustaba.

Marcela, a quien no le quedaban ya cromos repetidos, lo miró sin pudor y sonrió.  

"Es una hora magnifica para que te guste una mujer" -repitió Andrés- y ya sin cromos,  quiso despertar la voluptuosidad de los cuerpos tras la Cam y robar los besos apasionados que ella no había querido entregarle minutos antes, y quiso hacerlo sin ternura, sin serenidad (se habían quedado guardadas en el álbum) con el ímpetu y la impaciencia de la que le había hablado.  


El cromo de la creatividad- Mujer en Barro.

Si esa noche Andrés y Marcela se hubieran encontrado verdaderamente en aquella plaza, bajo la luz de las farolas, Marcela se hubiera acercado a él suavemente y le hubiera entregado su boca y hubiera bebido de sus alientos. Se hubiera dejado acariciar hasta el vértigo.  Pero la frialdad de una pantalla se interponía entre ellos y  no estaba ya sometida a la tiranía hormonal de la adolescencia como para tener que lanzarse a una aventura cibersexual con un hombre con el que, todavía, no le apetecía. 

 
Y así, cuando ya se quedaron sin cromos que cambiar, se quedaron sin nada. El, no estaba dispuesto a visitarla en su ciudad. Pasaría por Córdoba la próxima semana, camino de Madrid, pero le dijo que no podría llamarla para tomar un café y conocerla. Estaría apenas unas horas allí. Además, iba a ser un viaje para resolver asuntos de familia. 


Sin cromos, sin voluptuosidad virtual, sin expectativas... se fueron apagando las ganas de Marcela y también las de aquel marinero en tierra que no pudo cumplir su deseo de tener, como escribió Neruda, "el amor de los marinos, que besan y se van".  Se fue sin beso.  

3 comentarios:

  1. Uff, interesante intercambio virtual, lo mas increible es que si conozco a algunos que estarían dispuestos a este tipo de intercambio como tu bien llamas cibersexual, pero yo sigo prefiriendo el metodo antiguo.

    Te regalo mi cromo de "muchos besos"

    Gaspar

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  2. Me gusta como escribes, yo tambien hago mis pinitos en las letras, pero si me lo permites se me ocurre que, cuantos de nosotros cambiamos nuestro mejor postre nuestras ilusiones , por un plato de lentejas que tal y como lo cuenta ademas seria de segunda mano ..... un saludo desde Barcelona

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  3. Este..., Marcela...¿Córdoba (Argentina) o Córdoba (España)?, pues como bien sabés, flaca, ya hay vuelos directos entre la Córdoba argentina y Madrid. Y algunos vuelan para asuntos de unas horas, aunque sea sólo para cambiar cromos.

    Te envío unos cuantos cromos de "guiños cómplices".

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Pensaron volver... ¿volverán?

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