22.12.10

El gusto es mío

Diez, quince, veinte... no recordaba con exactitud cuántos habían sido los hombres que había conocido en los últimos 9 meses. Pero a grandes rasgos sabía que superaban los 20.  No a todos los había conocido en persona, (de haber sido así, se preocuparía) Algunos, apenas fueron  compañeros de unas cuantas conversaciones esporádicas, con otros, compartió pequeñas ilusiones, pequeños encuentros...

Pierre, Miguel, Rafael, Jose luis, Pepe, Manuel, Antonio, Jesús, Jose Antonio, Pablo... no recordaba todos los nombres. Recordaba, eso sí, aquellos que se habían convertido en sus amigos y también a aquellos que quisieron amarla tan rápido, que consiguieron asustarla, o se asustaron.

Recordaba la ilusión de los inicios, y el desencanto del después, cuando los misterios se habían desvanecido y las horas se alargaban...Recordaba los desdenes, los desencuentros, y las decepciones. Recordaba también aquella hermosa historia de amor que todavía no había querido escribir y aguardaba silenciosa bajo la almohada. 

Todos esos encuentros, esos descubrimientos, le habían acompañado durante la mayor parte de este año que se iba. Y estaba contenta, contenta de lo que había aprendido, de lo que había descubierto sobre ella misma y sobre los demás.

Luego, cuando el tedio se adueño de la búsqueda, se había centrado en otras búsquedas, o en otros encuentros.  Y entonces fue la escritura su vehículo y otros, los nombres de los interlocutores y compañeros de viaje: Gaspar II, Antonio Vela, Marisa, Angel, PinkWoman, Sid, Mayte, Aleitzia, Pepa, Malena, Humo, Genio, AlZagal, Minuet, Kimbertrankanut, Pablo, Anónimos, PazzaP, Jesús Sopensens, Juanjo, Patricia, Flor, Megapili, Iglesias Oviedo, La pérfida Canalla, Carlos de la Parra, Antonio Fernández, Sneyder Caty, Isabella, Sophia Sophie, Impresiones de una Tortuga, Celia, Aris, Fibonacci, Angela,... y tantos otros a los que leyó, o la leyeron en silencio. También aprendió de esos fugaces encuentros. Y disfrutó con ellos.

Ahora, que "volvía a casa por Navidad" y eso la iba a mantener alejada de este blog que la vinculaba con gente tan distante y a la vez tan cercana, echó la vista atrás y al recordar tantas hermosas palabras que le habían sido regaladas,  tomó una copa de vino y alzándola frente a la pantalla dijo: "El gusto es mío".

Después,  antes de ponerse a preparar la maleta, apagar el ordenador, y entregarse al sueño, abrió su blog, y escribió un mensaje:


A todos los hombres y las mujeres, que habéis hecho de este 2010 un año  globalmente especial para mí...

¡FELIZ NAVIDAD!

y que 2011 os acerque
todos vuestros sueños.

20.12.10

Jaque mate

Un Texto de Aris
 
 
Un bar de copas como otros muchos. Una mujer sentada en un taburete  con una copa delante, los brazos sobre la barra y la cara apoyada en una mano. Su mirada perdida en el infinito parece explorar regiones desconocidas.

Un hombre entra o estaba allí, eso no importa, solo interesa el momento en que sus ojos se dirigen hacia ella. Se acerca despacio, no tiene prisa, sabe que va a continuar allí, moviéndose lo imprescindible para ser mirada. Roza su brazo como por casualidad, le dice que no es la primera vez que la ve en ese lugar a la misma hora, como una aparición. Ella contesta algo sobre el tiempo, sobre la ausencia, cualquier cosa para salir del paso o para continuar la conversación, da igual.

¿Qué hacen a esas horas? Son dos desconocidos, ambos buscan, eso los une esa noche, una de tantas, un encuentro casual  ¿Pero qué buscan?

Ella un sueño para llenar sus noches y sus días. No lo alcanza, así son los sueños, lo sabe pero no se resigna.  Él, una más para olvidar su miedo. Un vagabundo, su condena es ir errante.

¿Qué hacen juntos? No hay salida. Si, la puerta, salen juntos ¿Y después? Hacen el amor en casa de uno o del otro ¿Y luego? Hablan, ponen pasado, presente y devoran el futuro para volver a empezar en el mismo punto, cada uno en el mismo lugar de siempre ¿Y si se encuentran de nuevo?

Los dos saben que no hay peligro, no se reconocerán, nunca se encontraron.


18.12.10

Atrapada


"Desde hace tres semanas el espacio en el que transcurre mi vida, es largo y oscuro, cómo el pasillo de Arrabal en Baal Babilonia. Permanezco encerrada en un estrecho habitáculo, añorando la libertad perdida.

He reducido por completo mis movimientos, como quien deja de respirar para no agotar los pocos recursos de que dispone.  Cuando trato de estirarme, el roce de la piel contra las paredes de mi prisión me produce dolores intensos,  cual si me la arrancaran o me clavaran agujas en cada hueso.

El entumecimiento ha ido en aumento y tengo la sensación de que aunque me dejen en libertad, ya no podré moverme jamás;  ¿Me habré transformado en una inutil?"


Así se sentía ella. Una inutil atrapada en una escayola.

Nunca antes había deseado con tanta intensidad la libertad. Tampoco había apreciado los valores que aportaba a la vida de los  demás. Ahora podía verlo con claridad; sin ella, cualquier acto cotidiano era  una auténtica odisea. Vestirse, cortar un  trozo de queso, ponerse calcetines, ducharse, sujetarse el cabello, lavarse las manos, pensar...  incluso pensar.


Pensar, si. En estos largos días había observado que desde que no podía utilizar sus cinco dedos, el pensamiento no fluía con la misma espontaneidad sobre ese teclado compartido.

Siempre había creído que  "las palabras estaban en la cabeza de quien escribe, y que los dedos, siguéndo órdenes del cerebro, no hacían sino ayudar a plasmarlas en forma de letras." Sin embargo, ahora se preguntaba si acaso las palabras no estarían esperando en algún lugar, ahí, calladas,  como la obra que, en el interior del marmol, espera al escultor que venga a rescatarla.



Definitivamente debía ser así... las ideas esperan agazapadas el momento en que  una mano las modele en palabras, como habian esperado hasta hoy las que, por fin, le hacían ver lo importante que era para su vida "tener mano izquierda".




16.12.10

Un día como hoy


Enrique,
cuando estábamos anoche en esa "Tertulia" tuya
añorando la llamada que anunciaba tu llegada,
preludio de una noche mágica...

No sonó el teléfono esta vez
sonó, cargado de nostalgia, el mensaje de una joven de Granada.

Lo trascribo aquí:

Un dia como hoy,enmudecen
las acequias del Albaizin.

Un dia como hoy,le arrancan
los oidos a Granada.

Desaparecen las notas,
y sus melodias...
aun se siente el último taconeo
de nuestro Morente.

Nos deja a su Estrella,
pero se lleva a su Enrique.

Granada, seca derrepente!!!
Ya no hay nieve, ni sierra, ni castillo, ni Morente...

Ya dio a su ciudad su corazón
y su pecho vacio nos dejó...
...sordos, ciegos, mudos...

Para ti Morente, un dia como hoy
Granada aun te siente!!!

                 Angela E. M.

13.12.10

Un momento nada más

Un texto de Aris
(Texto original enviado a "Cuéntanos")

Ninguno de los dos sabía cuanto tiempo de su vida futura estaba presente en el momento en que corrieron a amarse en un lugar cualquiera, borrado de su memoria  por la fuerza de la pasión.

Impulsados por ese encuentro, empezaron una vida juntos. Fueron pasando los años en una convivencia adornada de  cosas, presencias y carencias. Viajaron de un lugar a otro confundiendo el tiempo y el espacio, buscando sin saberlo ese momento mágico en el que atisbaban unos trazos de su sombra, un tenue reflejo al que llamaron amor.

La cotidianidad se instaló entre ellos ocultando el vacío de cada encuentro. Juntos aprendieron a remar a favor de la corriente y a fingir un inocente desconocimiento de las fantasías que cada uno inventaba para soportar el tedio de los días. Historias de batallas, de amor, de aventuras mediante las que vibraban a la vida para volver a caer de nuevo en  la rutina. Una rutina trabajada con esfuerzo para evitar poner en peligro su hábil equilibrismo.

Así fueron pasando los años. Despertaron un  día,  viejos y decrépitos, sentados uno  junto al otro en un universo de gestos aprendidos. Por primera vez en mucho tiempo se miraron y recordaron.




Un final...¿feliz?
Enviado como comentario por Minuet. Pendiente de aprobación por la autora del texto 

..."Recordaron pero ya no era bastante y por el respeto y la amistad, por los momentos vividos, decidieron no mentirse mas y se separaron. Sus vidas se convirtieron en unas vidas distintas, donde cada uno cubría sus vacíos, sin necesidad de ocultarlos y ahora son buenísimos amigos".


Un continuar...
Enviado como comentario por Aris

Se trata de continuar, de seguir hablando. 

¿Poner un final no será una forma precipitada de cerrar el vacío, de dar por concluido, como si de una historia se tratara, un texto sobre las pequeñas cosas y momentos que deciden una vida?

9.12.10

Autoría

Un texto de Isabella:
(a propósito del concurso  Cuenta 140. Tema: La moneda)


"Era tan vanidoso que cuando corrió la voz de que las monedas que falsificaba eran copias exactas, para darse a conocer, comenzó a firmarlas." 




A propósito:
un texto de Woman on line:

¡La vanidad! ¡Ay! Sustantivo femenino, pecado capital, defecto del carácter…

Denominaciones que en sí mismas podrían llevarnos a reflexionar sobre ese “deseo excesivo de mostrar las propias cualidades y ser reconocido y alabado por los demás” que se llama VANIDAD.

A nadie nos pasa desapercibida la presencia de una persona vanidosa, y acaso ninguno de nosotros podamos escapar de ciertos momentos de vanidad. Al fin y al cabo, la confianza en uno mismo y la valoración de nuestras capacidades, es un requisito necesario para la construcción de un “yo” amable  (¿se llama autoestima?)

Otra cosa es cuando ese reconocimiento se convierte en el único eje sobre el que gira una vida y el monólogo, su exclusivo modo de comunicar. O cuando, como en el caso del protagonista del microrrelato de Isabella, somos llevados, por un acto de vanidad insaciable, a lugares que desvelan las pequeñas falsificaciones con las que tratamos de ocultar la infelicidad, la inmadurez, el vacío interior… 

Gracias Isabella por este microrrelato que nos ha puesto a pensar.


6.12.10

¡Al Viento!

Un texto de: Sophia Sophie


  
Dijiste que me querías; que sin mí no habría sol jamás, ni habría luna. Dijiste que días, meses, años, a mi lado estarías.  Dijiste que eran mis besos como una fruta en verano...

Te dije que sin tus ojos me quedaba la ceguera; que tus palabras, tu cuerpo, llenaban mi alma entera. Te dije también "te quiero".

¡Tantas cosas dijimos, que olvidamos por un tiempo que las palabras... se las lleva el viento!

5.12.10

Reencuentro

Hoy os quiero ofrecer una entrada diferente, fruto del reencuentro con alguien que formó parte de mi pasado.

Se trata del Blog de LuzGlo, una de las 5 hermanas que, a mis 17 años, cuando el mundo me parecía una caja de sorpresas todavía sin abrir, cambiaron mi universo...  por lo que aprendí, por lo que compartimos, por lo que me enseñaron.

Es un plato que viene desde Canarias. Cuidadosamente preparado. Contiene en su interior 3 historias de vida contadas con delicadeza y buen gusto. 

Por lo novedoso de su preparación y porque muestra, con una  sencillez que casi duele, que toda una vida cabe en una maleta, quizas pueda resultaros un tanto agridulce. Sin embargo, su textura es suave y los aromas que desprenden van cargados de ternura, cariño y sabiduría.

Probad los sabores de LuzGlo: "las tres maletas". Que lo disfruteis.

3.12.10

Tres micros para una voz


Lo siento. ¿Lo siento? 

Siento estar abandonando los primeros propósitos del blog, pero de todos es sabido que a medida que avanzamos, nos vamos transformando en el camino. 

Así me está sucediendo. Y la mujer que comenzó, novata,  contando historias de encuentros -o más bien desencuentros-  en la Red, se ha ido introduciendo en este universo de latidos blogueros, que me lleva de un ritmo hacia otros ritmos... y me incita a pensar, a imaginar, a probar otros estilos -aún más novata-  como aprendiz divertida, explorando... practicando. Leo más que escribo, descubro, investigo.

En este recorrido, los microrrelatos me han llamado poderosamente la atención. Siempre se dijo que lo bueno, si breve, dos veces bueno.

Compañeros de viaje. Acuarela. Woman on line

¡Contar algo en pocas palabras! Díficil arte. Un auténtico reto para el que sé, no estoy preparada. Sin embargo, me gusta aprender, navegar por aguas desconocidas. Generalmente, lejos de asustarme, las dificultades me motivan. 

Así que, a pesar de la recomendación de Ignacio de Loyola, de no hacer mudanzas en tiempos de tribulación... me iré mudando, a ratos, a la practica de los microrrelatos, o cualquier otro juego de creación literaria que la lectura de vuestros blogs, me vaya sugiriendo. 

Me consta que iré mostrando muchos ejercicios desatinados. Disculpen las molestias.  

¿Tendré que cambiar el nombre al blog, o serán estos juegos de escritura, volátiles y efímeros, como los amores de cartón?


Tres microversiones, alrededor de una OFICINA
(a propósito del concurso  Cuenta 140 de El Cultural. Tema: La oficina)

1. La oficina echaba humo. Le dolía el ruido, el personal, el frenético ritmo. 
     Al acabar la jornada, colgó su carta de dimisión: SE TRASPASA.


2. Llegó a la oficina con la intención de acabar con su anonimato. Gritó:
     ¡Todos al suelo! Los Diarios sólo señalaron su parecido con Tejero.


3. Entró a la entrevista seguro de sí. Un cartel llamó su atención: "No
     contratamos seguros" Apenas habló. El malentendido le costó el empleo. 



1.12.10

Llueve


Llueve. La fina lluvia surca la pequeña nube de humo que se asoma ante mi ventana transformándola en un fantasma rayado y tenue. A lo lejos , alguien atraviesa la oscuridad del patio aceleradamente. Desaparece. Otra vez el vacío, la soledad infinita de los suelos mojados, las escaleras de incendio, las ventanas sin flores, los árboles, el viento. 

Si conoces al fotógrafo, díme quién es.
Llueve. Quisiera que la lluvia me mojara por dentro, como aquellas tardes de invierno en que paseábamos juntos, recorriendo calles vacías, con el frío rodeando nuestros cuerpos. Y, sin embargo, hace calor aquí dentro.

Llueve. Me abisma la sensación de tenerte tan lejos, de haberte perdido hace ya tanto tiempo. Vértigo. Se agolpan las palabras en el silencio y la rabia contenida, no sé de qué descontento -pesada carga que llevo- me precipita al abismo.

Uno de Diciembre. Muere la fina lluvia en las calles de la ciudad...  hay luz aquí dentro. 



30.11.10

Entresueños


No está entre las habilidades de mi consciencia recordar los sueños al despertar. Habitualmente, son sólo retazos lo que al abrir los ojos permanece en mi recuerdo. Otras -las menos- consigo recomponer la escena y traer a la memoria algunas secuencias de las imágenes oníricas.

De niña, sin embargo, era cómo si los sueños atravesaran la frontera de la realidad y permanecieran vivos al despertar, conservando durante interminables minutos el terror, el dolor, e incluso las lágrimas, tras haber tenido un sueño triste o una pesadilla.

Me recuerdo cerrando los ojos rápidamente, tratando de dormir de nuevo, para continuar un sueño placentero. Algunas veces lo conseguía y retornaba a ese escenario de ilusión. ¡Era maravilloso volver al ensueño!

De entre los que no quedan en el abismo del olvido, los que mayor placer me producen son aquellos en los que vuelo.

¡Vuelo bien! Asciendo lentamente, sopesando cada aleteo, balanceando la espalda, acompañando el suave movimiento con el cuello. Y luego, planeo. ¡Me encanta cuando planeo!

No alcanzo gran velocidad; no me interesa hacerlo. Me gusta disfrutar de esa sensación de libertad, saborearla despacio, como si se tratara de un trozo de chocolate que dejas diluirse lentamente en la boca para alargar su dulzor.

Y es curioso, algunas veces, ya despierta, he tenido la certeza, la absoluta certeza, de que si la razón no se interpusiera en mi camino recordándome mi condición humana, sería capaz de agitar las alas y levantar el vuelo.

- La Paloma, acomodando su cabeza bajo la suavidad de las plumas, cerró los ojos y siguió durmiendo.

            
Mariposa en flor. Un Regalo de AL-Zagal
 


Una vez yo, Chuang Tse,
soñé que era una mariposa que revoloteaba sin rumbo
libando aquí y allá, satisfecho con mi suerte
e ignorante de mi estado humano.
Al despertarme, bruscamente descubrí sorprendido
que era yo mismo.
Ahora ya no sé si fui un hombre que soñaba ser una mariposa
o si soy una mariposa que sueña ser un hombre.

                                               Chuang Tse – Maestro Taoísta

28.11.10

Un relato de FLOR

FLOR ha enviado una historia que según ella "parece sacada de una telenovela" y con cuyo recuerdo pasa momentos divertidos con sus amigas.


He tratado de reescribirla, conservando en muchos casos el texto "literal", y en otros, realizando pequeñas modificaciones para facilitar su lectura y resguardar la confidencialidad. Siempre, manteniéndome fiel a su contenido emocional. Gracias por tu historia Flor. 


Aquí la tenéis: 


Ya DIJERON UNA VEZ…”¡¡QUE LA AVARICIA ROMPE EL SACO!!”

La desilusión que Flor había sufrido con su primer amor la había llevado a consolarse y llenar las largas noches de soledad conversando con esos "caballerosos" y misteriosos personajes del meetic.

Tras muchas noches y muchas conversaciones, un mensaje llamó su atención: “Busco a mi media naranja, ¿dónde estará? Quizás en el otro lado del mundo”

La curiosidad la llevó a empezar una divertida y amena conversación con el hombre que había escrito aquel anuncio.

Flor tenía 18 años y vivía inmersa en la ignorancia y locura que caracteriza a las personas de esa edad.  Miguel, por el contrario, era un hombre de 42 años, curtido y con gran experiencia en la vida.
 
Pasaban las horas delante de esa pantalla que los separaba, hablando y contándose experiencias e historias vividas. Cada día era mejor, y cada vez tenían más ganas de verse, a pesar de los recelos de Flor por la gran diferencia de edad que había entre ellos. "¡Quién sabe si no estará casado!... ¿y si tiene hijos? podrían ser de mi edad…"

Estas dudas, sin embargo, intrigaban más a Flor, y aumentaban sus ganas de conocerlo.

Su amable y cálida voz, su forma de ser, su aspecto -vislumbrado en alguna foto que le había enviado- hacían que Flor se sintiera terriblemente atraída por él y por todo lo que un hombre así podía aportar a su vida: cariño, afecto, estabilidad, sabiduría… todo esto y también sus grandes, aunque -luego lo sabría- grandes y falsas promesas.

Una tarde, Miguel convenció a Flor  para que fuera a visitarlo. Vivía en una pequeña y acogedora casita a orillas del mar, curiosamente en el pueblo dónde ella veraneaba de niña. Pensó que sería grato, después de algunos años, volver a aquel lugar tan lleno de recuerdos. Y acudió.

Una cena junto al mar,  la luna, la luz de las velas, y la cercanía de ese hombre tan apuesto -que a cada mirada le gustaba más- hicieron de aquella noche, una noche inolvidable. Era muchísimo más apuesto de lo que ella esperaba. Guapo, atlético, moreno.

Flor volvió a su ciudad y Miguel siguió en contacto con ella varios meses más. Sin embargo, algo comenzó a resultarle extraño, “llamadas colgadas”, “ahora no puedo hablar”, “después te llamo…”

Él, seguía insistiendo en que quería estar con ella y aseguraba que se enfrentaría a todo lo que hiciera falta para conseguirlo.

Ella, a pesar de sus innumerables dudas, decidió intentarlo, y así hubiera sido de no haber aparecido Mar en su vida.

- ¿Diga?

Flor, soprendida al oir una voz femenina al otro lado del auricular, colgó el teléfono, cerciorándose, antes de volver a marcar, que ese era el número desde el que cada noche Miguel le recordaba cuánto la echaba de menos. 

- ¿Diga?

Mar contestó por segunda vez, esperando escuchar, ahora, alguna voz al otro lado.

- ¿Puedo hablar con Miguel?  -se atrevió a pronunciar, casi en un susurro.
- Ha salido un momento...  ¿quien le llama?
Soy Flor, su novia.

Tras unos momentos de silencio, Mar, amable, saludó a Flor y comenzó a preguntarle cosas sobre Miguel... desde cuándo lo conocía, cómo se habían enamorado,  y toda una serie de detalles que en un primer momento extrañaron a Flor, pero con los que Mar parecía alegrarse.

Las dos mujeres charlaron amigablemente durante largo rato. Parecían conocerse desde siempre.

Cuando Miguel salió del ascensor, se sorprendió al encontrar una gran caja cerrada junto a la puerta de la casa. En ella había un sobre con su nombre escrito. Lo arrancó, sacó la nota que contenía y la leyó:

Aquí encontraras todas tus pertenencias (ropa del cesto sucio incluida).

He tratado de conservar el desorden habitual en que las mantienes, por lo que quizas tengas alguna dificultad para encontrarlas. Te adjunto inventario: la maquinilla de afeitar, el cepillo de dientes, 2 pijamas, 3 camisetas,  2 pantalones de vestir y 2 vaqueros, la americana de ante,  3 jerseys de pico, 4 camisas; 9 revistas de motos, el libro que te regalé, tus pastillas para la hipertensión, las zapatillas de casa, 3 pares de calcetines, 5 calzoncillos, el desodorante, tus gafas de cerca, el anillo que me regalaste, la radio-despertador, el antiácido, tu botella de ron (casi vacía), las tijeritas corta pelos (de orejas y nariz), la crema de afeitar... y la última factura de teléfono.

PD.: Por cierto, Flor me ha dicho que no te molestes en llamarla.

26.11.10

El río de los encuentros infinitos


Buscar amor en la red es como sumergirse en un rio de encuentros infinitos.

Miles de personas acuden cada día esperando disfrutar de un baño que calme los vacíos del alma y cure las heridas del tiempo.

Se sientan junto a la orilla contemplando el paisaje; miran a su alrededor, saludan y comentan alguna cosa. Muchas veces entablan conversaciones interesantes.

Cuando la temperatura es cálida, se quitan la ropa, evitando la desnudez extrema y esconden bajo las piedras sus pequeñas miserias.  Después, poniéndose el chaleco de la confianza, comienzan a sumergir primero un pie, luego el otro...  o introducen una mano, tratando de sopesar temperatura, densidad, transparencia, aroma...  

Algunos se lanzan de cabeza, sin la parsimonia de ir poco a poco acostumbrándose al medio. Pero es raro quien, una vez en la orilla, no se decide a zambullirse en él. Y conciertan una cita.

Se bañan entonces una primera vez, y aunque les guste la frescura de sus aguas,  no suelen bañarse dos veces en las mismas.

El río de los encuentros sigue su curso. Su caudal es fuerte y  no hay quien lo pare. Ni quien quiera pararlo, porque el siguiente encuentro resulta también placentero. Y el otro, y el otro...

Y así, de baño en baño -como si del río de Heráclito se tratase- aguas, sueños y bañistas se van transformando.


De vez en cuando, algún despistado abandona el cauce del río y se detiene en mi charca. Entonces me invade una preocupación.

¿Alguien sabe dónde puedo comprar una depuradora de sueños?


 

Por jugar con muñecas





Como si se tratara de un "tentetieso", Sofía se balanceó divertida acompasando el movimiento de sus caderas con la música que sonaba bajo la voz del monitor. Las sensaciones de su cuerpo la llevaron a la infancia.


cuestión de equilibrio en
http://ciaooordv.spaces.live.com/
Recordó cuando de niña jugaba a ser equilibrista, caminando cuidadosamente sobre una cuerda imaginaria; o los arriesgados recorridos  por el filo de los pequeños muros que protegían los jardines, y las alertas de su madre, asustada a su lado... 


Rememoró también, las pericias que realizaba para no caer de aquel artilugio, el muelle-saltador, que le permitía recorrer el barrio a brincos, cual alocado canguro; y sus primeros y temblorosos paseos en bicicleta, o sobre aquellos grandes tacones que fabricaba con botes de conserva. Todo un repertorio de juegos infantiles en los que controlar el equilibrio constituía una verdadera satisfacción.

 
Saboreó de nuevo esa satisfacción y mientras recreaba el placer del equilibrio,  atravesó esa frágil línea en la que el control se pierde y advirtió que sólo es preciso un instante para pasar del placer, al dolor intenso. 

En un segundo, visualizó el terrible resultado: si no hacía nada por evitarlo iba a romperse la espalda. Trató de minimizarlo y con un giro repentino, forzó un resultado menos malo.

Entonces escuchó el sonido del dolor, ese crujido amargo y seco. Y una vez allí, entregada a la realidad, todos los temores se agolparon,  haciéndole olvidar el dolor por un momento. Ahora importaba lo que podía perder: seguir creando realidades con sus manos parecía esfumarse.

Y allí sobre el frio suelo, a pesar de las cálidas ayudas que le brindaban, se sintió indefensa, frágil y desmoronada, como una niña a la que se le ha roto la muñeca. 



18.11.10

Luna de miel



La dureza del asiento comenzó a resultarle incómoda. Abrió los ojos para confirmar dónde se encontraba. Allí estaba, sentada en un vagón de segunda de un tren cualquiera.


Miró a su alrededor. Había otros dos pasajeros en el compartimento: una anciana, que tejía sin cesar una bufanda rosa y un hombre joven, agazapado tras el diario de la mañana. La anciana, levantando la vista de la labor, le preguntó si estaban de viaje de novios. La pregunta la dejó tan desconcertada como triste. Acababa de romper con su prometido, así que, tragándose las ganas de llorar, no pudo sino balbucear un no bastante descortés.

El viajero que se sentaba a su lado, levantó la vista de su periódico y la miró. Una sonrisa maliciosa se asomó a su rostro. Era muy atractivo, no se había fijado hasta entonces. Mariela se sonrojó. Inconscientemente apretó sus piernas y, con un gesto que no pasó desapercibido al joven, tiró de su falda que, con el vaivén del tren, se había subido, mostrando la redondez de sus muslos.  Disimulando el pudor y tratando de  restarle importancia al asunto, cerró los ojos de nuevo.


La noche se oscureció repentinamente. Una mancha vibrante se colocó ante la radiante luna. Millones de abejas la rodeaban. Levantándose, el joven del periódico, abrió la ventanilla del tren, y atravesando con su brazo el inmenso enjambre, procedió a extraer la miel, cómo si tuviera ante sí una gigantesca colmena. Luego, la vertió en un tarro. Pegó sobre él una etiqueta redonda en la que escribió unas palabras con tinta rosa, lo envolvió cuidadosamente y se lo entregó a Mariela. Ella, dándole las gracias lo colocó a su lado en el asiento y siguió durmiendo.


Cuando despertó, abrió los ojos para confirmar dónde se encontraba. Allí seguía, sentada en un vagón de segunda de un tren cualquiera.  Miró a su alrededor. No había nadie en el compartimento. No estaba la anciana señora ni su bufanda. Tampoco estaban el joven del periódico y su tarro de miel. 

La dureza del asiento la obligo a moverse. Tropezó entonces con un pequeño paquete envuelto en papel de periódico. Lo abrió. Era un tarro de cristal con una etiqueta redonda en la que, con una cuidadosa letra, escrita en tinta rosa ponía: "Miel de luna".

 

13.11.10

Orfeo y Eurídice.


George Frederick Watts - Orpheus and Euridice (detail)

Cuenta la mitología que, el día de su boda, Eurídice fue raptada y muerta luego, por la picadura de una víbora que pisó en su huída.

Orfeo, desesperado ante su pérdida, bajó al Hades a buscarla, y una vez allí, con la ayuda de sus artes musicales, consiguió embelesar al mismo dios del infierno, quien accedió a devolvérsela con una condición: no contemplar su rostro hasta haber abandonado el lugar.

La impaciencia, que es mala consejera, hizo que Orfeo, antes de atravesar la última puerta, volviera la cabeza para contemplar la belleza de su amada, que se convirtió al instante en sombra, siéndole arrebatada de nuevo. 

Dicen que la historia se repite, que guardamos, en algún espacio compartido, todas las vivencias de la humanidad. Acaso sea así, porque lo cierto es que el recuerdo de este mito acudió ayer a mi memoria cuando mi amigo Javier, me contó lo sucedido con Erika.

Hace unos meses, al ver su perfil, se sintió tremendamente atraido por ella. Le escribió un correo, y luego muchos. La personalidad de Erika le enamoraba. Al poco, otros hombres arrebataron su atención; sus caminos se bifurcaron, el interés murió. Y la perdió.

Ahora, hace apenas unos días, Javier -que sin saberlo seguía el rastro del amor perdido- adivinó el perfil de Erika en un escrito, se sintió de nuevo enormemente atraido. Le escribió, trató de seducirla, y quiso verla. Quiso ver su rostro; Le pidió una foto; se impacientó y miró antes de tiempo. Al verla, la belleza imaginada de Erika se desvaneció.

La decepción, al contemplar un rostro no tan joven, le produjo primero dolor, luego vacío, y por último la necesidad de alejarse, de huir. Dándole al enter, borró su dirección y la perdió de nuevo.

Si como escribió Borges "un hombre es todos los hombres", Javier, fue entonces Orfeo, perdiendo por segunda vez a su amada.

¡Quién sabe si a Orfeo no le sucedió lo mismo, y al ver el rostro de Eurídice, marcado tras su paso por la muerte, le dió un empujoncito y la devolvió de nuevo al infierno!.  O ¿es una actitud nueva y propia de nuestros días este rechazar incesante de la vejez, la enfermedad, el deterioro y la muerte? 

¡Quien sabe!

7.11.10

En tres actos.


Me comentaba el otro día mi amigo Roy -que anda herido de amor- que las relaciones de pareja son como una representación teatral en TRES ACTOS.

En el PRIMER ACTO dos personas se conocen y se caen bien, se gustan.  No importa demasiado cuándo, ni dónde, ni por qué. ¿Encuentro virtual o real? ¡Qué más da! ¿En un local nocturno o en la cafetería de la empresa en la que trabajamos?... Eso no es lo esencial. 

Lo esencial sucede cuando esos dos  (tampoco importa el género) desnudan sus almas -a veces también sus cuerpos- y  comienzan a contarse deseos, intimidades,  miserias, grandezas, vivencias...

Y en ese "ir hablando" con la otra persona, en ese acto en el que cada cual se siente escuchado y comprendido, aceptado en sus peculiaridades, con generosidad y tolerancia, sin juicios... En ese recorrido, se va forjando una relación intensa y sólida, construida a base de confianza, complicidad, cercanía y deseo... El amor.

Con el amor comienza el SEGUNDO ACTO.  Sí, esos dos que se conocieron, que hablaron y se escucharon, que se hicieron cómplices y cercanos... ¡se han enamorado!

Durante un tiempo (en esto de la duración hay gran variabilidad) siguen disfrutando de estar juntos, de seguir contándose; y se cuentan también sus ansiedades, y siguen construyendo complicidad, y siguen enamorándose, y amándose. El resto del mundo desaparece, y todo es maravilloso. No hay ojos para nada más... desaparecen las miserias, aprenden a volar, y como dice "La cabra mecánica" cuando vuelve el amor... "todo el mundo parece más guapo y mejor..." 

Y entonces sucede que comienzan a vivir juntos, y adoptan los patrones de pareja que les enseñaron. "¡Ya te tengo! ¡Ya estás aquí! ¡Eres MIOOO; MIAAA!"  Y para que el otro no sienta que no soy del todo suyo -no vaya a ser que le duela- dejamos de contarle las miserias que brotan,  dejamos de hablar de nuestras intimidades, de nuestros deseos, dejamos de practicar aquello que nos acercó... Ha comenzado el TERCER ACTO.


EL TERCER ACTO se parece al juego del escondite. Esos dos que habían sido tan cómplices y tan cercanos, comienzan a esconderse. Hay cosas que no pueden contar. No pueden decirle a "su" pareja, los deseos que tienen hacia los demás (eso que antes se contaban sin pudor) ni lo que les pasa por la cabeza -quizás para no hacerles dudar de su propiedad- o justamente, para que no quedar anulado como "propiedad" del otro.  


Entonces se las cuentan a otra gente y empieza el alejamiento,  la retirada,  el aburrimiento. Y  empieza a rondar la idea de que "esto hay que pararlo", y no lo paramos. Seguimos, porque los miedos nos atenazan y nos destrozan, y aguantamos... y destruimos poco a poco lo que habíamos construido y se desvanece la complicidad, la confianza, la cercanía.


Aquello que nos unió se transforma en lo que nos separa... y SE ACABA la obra.

Generalmente no hay aplausos después de esta representación. Y no porque sus actores no hayan desarrollado adecuadamente su papel. 

Las obras están bien desarrolladas, tanto a nivel técnico -luces, sonido, escenografía- como a nivel interpretativo. Los guiones son variados, dependiendo del gusto de los autores y el género teatral del que se trate.

Se representan cada noche en el teatro de la vida, y quienes hoy somos  espectadores, estuvimos ayer, o estaremos mañana en el escenario, entregando lo que antes recibimos, porque como dice Jorge Drexler "cada uno da lo que recibe, luego, recibe lo que da... nada se pierde, todo se transforma."


Así, el amor que damos hoy, transformado volverá un día, a darnos las gracias.

6.11.10

Con H de Humo


Helena. 55 años. Madre de 3 hijos que viven fuera de casa. Después de 30 años dedicada al trabajo y el cuidado de aquellos, se siente ahora libre e independiente. Es deportista, delgada y con aspecto juvenil. Desborda energía por todos sus poros. Atractiva.  Tiene una posición económica consolidada. Viaja con mucha frecuencia.

Desde hace 5 meses es también una MeeticWoman. Su última pareja fue un hombre 10 años menor que ella. No busca amistad. Apenas le queda tiempo para verse con los muchos amigos y amigas que tiene. Le gustaría encontrar un hombre con quien compartir aventuras, ternura  y sexo.  Nunca ha fumado.

- "Y yo, que nunca he fumado... ¿tengo que tragarme ahora todo este humo?".  La miré estupefacta. Helena y yo solemos aprovechar lo que llamamos "encuentros de chicas" para contarnos nuestras aventuras por la red y por la vida.  Ella detuvo un momento su relato, frunció el ceño y apuró su cerveza.

- A ver Helena, no te entiendo. Me dijiste que habías conocido a varios hombres interesantes ¿Qué ha pasado?

- Que ha resultado ser humo. Sólo humo

- Mujer, si hay humo es porque hay fuego -le repliqué-

- Mira Woman, me dijo, el humo es siempre el resultado indeseable de una combustión incompleta -volví a mirarla, esta vez con curiosidad- ¿Te acuerdas de Alberto? ¿El viajero que te comenté que hacía meditación y yoga?  Durante varios meses hemos estado escribiéndonos, conociéndonos.  La verdad que me gustaba y tenía ganas de ponerle cuerpo a la relación. Hace 15 días le comenté en un correo que iba a pasar por Barcelona. Le envié mi número de móvil para que me llamara y poder conocernos. Desde entonces no he sabido nada de él. Nada.


- Mujer, igual le ha pasado algo...


- ¿También a Manuel ?... Sí, un accidente en cadena.

- ¿Manuel?

- Sí, el empresario que me escribió diciendo: "¡Quieta! ¡No busques más! ¡Has encontrado al hombre de tu vida!"  Pues menos mal, amiga Woman, que no me creí el cuento,  ni lo dejé todo, ni salí a su encuentro... porque "el hombre de mi vida" -del que hablaremos en otra historia-  se ha desvanecido, se ha evaporado... como el humo.

Y acercando a sus labios los dedos indice y corazón aspiró profundamente, como quien disfruta de un cigarrillo,  y luego, sonriendo con complicidad, expiró lenta e intensamente, soltando una gran bocanada del humo imaginario hasta vaciarse de toda posible toxicidad.

Pensaron volver... ¿volverán?

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